24 diciembre 2010

Felices Pascuas

A todos los lectores de este blog, Felices Pascuas de la Natividad del Señor y de los Reyes Magos. Que en 2011 no falte la salud en nuestras casas ni el sol en lo más alto del Domingo de Ramos.

Abrazos y besos.

Enrique

22 noviembre 2010

Allá en San Juan de la Palma...

De niño me enseñaron que es diferente al resto. Cada nuevo noviembre vuelvo a recordarlo y a sentirlo. Los versos de mi saeta apenas logran encerrar un atisbo de lo que transmite su mirada:

La tarde oscurece el alma,
el dolor se hace ternura,
y rompe a llorar en calma
la Virgen de la Amargura,
allá en San Juan de la Palma.

17 noviembre 2010

La Sevilla de Morales Padrón


Quienes sean lectores de este blog desde sus inicios, o hayan seguido, a lo largo de casi tres años, las “Curiosidades de Sevilla” que he venido publicando en las páginas de Casco Antiguo, habrán advertido en numerosas ocasiones mi profunda “devoción” por distintos libros y estudios de don Francisco Morales Padrón, fallecido en la madrugada del pasado lunes 15 de noviembre, curiosamente en la misma fecha en que lo hiciera, 41 años antes, otro enamorado de la ciudad, Joaquín Romero Murube. Grancanario de nacimiento, sevillano de adopción, y también de corazón, consagró su vida laboral a la docencia y la investigación americanista en la facultad de Letras de la Hispalense, en la que ocupó cátedra durante 54 años.
Doctores tiene la universidad para loar y reconocer los incontables méritos profesionales del profesor Morales. A título particular, yo le tributo estas sencillas líneas en agradecimiento por tantos buenos ratos que me hicieron pasar las lecturas de algunas páginas de sus libros, descubiertos entre los numerosos de la biblioteca paterna que luce en mi salón. En ella hallé desde un concienzudo análisis de La Ciudad del Quinientos a su más reciente Guía sentimental de Sevilla, sin olvidar Visión de Sevilla, aquel libro que contiene un delicioso recorrido, mitad relato histórico-mitad reportaje periodístico, por el olvidado barrio de San Bartolomé. Ya en mi propia biblioteca, guardo un estudio sobre Los Corrales de Vecinos de Sevilla que, como he escrito en alguna ocasión, me marcó de tal forma que llegó a convertirme, quizás, en el más joven investigador de esta temática que haya existido. También Varias Sevilla, una publicación del Ayuntamiento que recopila algunos de sus artículos y conferencias, entre estas últimas la que lleva por título “El barrio de San Vicente y sus habitantes: 1875”, dictada en septiembre de 1975, dentro de los actos conmemorativos del I Centenario de nuestra común Hermandad de las Penas de San Vicente.
Sin embargo, y pese a todo lo destacado anteriormente, puede que sus más hermosos escritos sevillanos se encuentren en ese otro volumen, editado por la colección de bolsillo de la Universidad que, bajo el título de Sevilla insólita, a muchos, tal y como escribía ayer su compañero de Academia Antonio Burgos, “nos redescubrió nuestra ciudad con ojos apasionados”. Así, permanecerán por siempre en nuestra memoria lectora, capítulos como los dedicados a la Santa Escuela de Cristo; al remanso de paz de las clausuras sevillanas, que visitó junto a los profesores Valdivieso y Morales, como prologuista que sería de la Sevilla oculta de estos; o ese otro en el que nos descubre un santo para cada día de la semana, recorriendo los templos sevillanos en los que se hallan y describiendo con minuciosidad cada detalle del entorno que observa. No faltan en estas páginas referencias –fundamentalmente en el capítulo “Traslados y esperas”- a una Semana Santa de la que Morales Padrón fue pregonero en 1986. Ni que decir tiene que al siempre complejo mundo de las cofradías no le gustó su alocución, ya que, en la elaboración de su texto, decidió permanecer fiel a ese estilo literario que a muchos de sus lectores habituales nos cautiva profundamente y que no caza precisamente con lo que los cofrades gustan escuchar desde el atril.
Hará unos cinco años, junto a mi primo Juan, tuve el placer de conocerle personalmente en el departamento de Historia de América de nuestra Universidad. Nos lo presentó, con grandes alabanzas hacia su trayectoria, el profesor Mora Mérida, con el que nos entrevistábamos en aquellos instantes con la finalidad de superar unos créditos de libre configuración. Ni él, ni el bueno de don Francisco imaginaron, a buen seguro, la gran satisfacción que me produjo aquel encuentro casual.

06 noviembre 2010

Pregonero ya tiene nombre

Hace tiempo que tenía ganas de hacerlo. Nunca me gustó aquello de ocultarme bajo un nick, pero hace ya más de siete años que creé el de pregonero_de_sevilla para participar en aquel histórico foro El Nazareno. Eran los tiempos en que Internet –y si me apuran el mundo de las cofradías- no estaban tan envenenados como ahora. Un buen grupo de jóvenes opinábamos, discutíamos –a veces acaloradamente, pero siempre sin faltarnos el respeto- sobre asuntos relativos a nuestra Semana Santa. Nuestra presencia habitual en El Nazareno y otros foros hizo que pronto nos conociéramos personalmente, en muchos casos, como el mío, sin necesidad de acudir a quedadas ni citas semejantes, al contrario, por pura casualidad. Istar, Villarrica, Jarana, Kiski, Zanki, Moraodetúnica, y otros muchos más que quizá ni siquiera imagine, pasaron de ser un nick y un avatar a queridos amigos con los que compartir una agradable copa charlando de lo que más nos gusta. El anonimato estaba más que perdido. A diferencia de aquellos que con su comportamiento se cargaban los foros, no sólo no nos importaba, sino que nos agradaba que así fuese.
Después nacieron los blogs y en agosto de 2006 decidí abrir el mío. No cabía duda de que habría de utilizar mi nick habitual, por lo que el título no podía ser otro que El Blog de Pregonero. Casi desde primera hora incluí mi nombre en la cabecera, empezaba a no soportar eso de ser sólo un nick que, para colmo, no me convencía del todo y me resultaba petulante e inapropiado. En mi vida sólo he pronunciado un pregón, tenía once años y lo organizó mi tío Manuel en el despacho de mi padre, tras tanto escucharme declamar mis inocentes versos cofradieros los fines de semana en casa de la abuela. Aquello me colgó el sambenito entre la familia y los amigos y de ahí nace el apodo de “pregonero”, al que yo añadiría “de Sevilla”, queriendo huir –creo que sin lograrlo del todo- del aire presuntuoso que tanto temía transmitir. He de confesar públicamente que no me han faltado propuestas posteriores para pregonar, una de ellas insistente año tras año. Ni que decir tiene que tan sólo los más íntimos las conocen. Sorprendido en ocasiones, las agradecí siempre antes de declinar la amable invitación. Sinceramente, además de que me falta tiempo y me sobran prioridades ajenas a todo este mundillo, no me siento capaz de cantar aquello que no siento o no he vivido in situ. Admiro a quienes lo logran sin apenas esfuerzo, pero yo les aseguro que no soy capaz. Ojo, tampoco quiero incurrir en un hipotético futuro en eso tan cofrade del “donde dije digo, digo Diego”. Al margen de los grandes y casi ineludibles, hay pregones que por su personalidad, o simplemente, por su vinculación a debilidades personales, son un dulce caramelo para cualquiera que se crea, siquiera, con una mínima capacitación escritora. Aún así, expuesto todo lo anterior, ¿qué pintaba yo con ese nick?
Cuando el blog contaba más de dos años y un gran número de visitantes asiduos –muchos más que ahora, supongo, dada mi dejadez en la actualización- nombran a mi padre pregonero. Con la famosa entrada que vio la luz en varios medios, pese a que en su título expresaba precisamente lo contrario, muchos descubrieron el blog y algunos otros que el editor no era quien pensaban sino su hijo. Por haber, hubo hasta algún despistado que se le pasó por la cabeza que el elegido era el muchacho que escribía esos artículos sevillanos. Aquello era el remate, ya no era sólo pregonero_de_sevilla, sino también el hijo mayor del Pregonero de Sevilla. A ver quién era el guapo después de aquello que rebautizaba el blog y el nick sin que surgieran confusiones que diesen lugar a la polémica, tristemente habitual en los últimos tiempos en torno a quienes suben al atril del Maestranza. Se dio el caso, puntualmente eso sí, de que una crítica a “el Jorge Javier Vázquez de las cofradías” inserta en un artículo de opinión, publicado aquí mismo la pasada Cuaresma, fuese atribuida a mi padre en vez de a mí. Guasa –de la mala- sevillana en estado puro.
Pero el tiempo continúa transcurriendo y, Dios mediante, lo seguirá haciendo. Estoy a escasos días de cumplir treinta años y he decidido, por fin, firmar lo poco o mucho que escriba en este rincón con mi nombre y mi apellido, como hago en el periódico en el que colaboro y en cualquier otro medio que publique un texto redactado por mí. Para aclarar dudas, seguirá constando en el perfil el Núñez materno y también mi foto apurando una copa de Canasta en Carmona; incluso he incorporado algunos datos sobre mi persona para que quien aterrice por aquí me conozca más a fondo. Fuera caretas. Bienvenidos a El Blog de Enrique Henares, pregonero_de_sevilla ya es historia.

02 octubre 2010

Hasta siempre, Rafael

El niño que, en brazos de su abuelo, posa en esta fotografía de viejo sabor cofradiero ante el Nazareno de la calle Castilla, un día creció y se hizo su capataz.
Hoy lloran su marcha muchos buenos amigos suyos, entre ellos mi padre y varios que también lo son míos. Ellos le trataron con frecuencia y al menos en alguna ocasión trabajaron a sus órdenes. Yo apenas estreché su mano en un par de ocasiones, pero estas, unidas a varias coincidencias recientes a las plantas de nuestra Patrona, bastaron para darme cuenta de su bonhomía y extraordinario señorío.
Hasta siempre, Rafael, descansa en paz. Cuida de este mundillo que tanto amaste desde los altos cielos de Triana.

19 septiembre 2010

La Luz por Imperial


Apenas levantaba unos palmos del suelo, pero sabía de sobra que ese ajetreo vespertino en casa de mi vecino Ignacio Bosch significaba que, en aquella tarde septembrina de domingo, salía de San Esteban la procesión de la Virgen de la Luz. Que la Luz saliera también significaba, casi todos los años, una cosa mucho menos ilusionante, que al día siguiente, lunes, comenzaba de nuevo el colegio. Sin duda, sería entonces cuando le fui tomando cariño a esta encantadora procesión de gloria. En su caso, a ese vínculo afectivo particular que, fruto de la vecindad, sentía igualmente por la Salud y la Alegría se unía el de actuar de inmejorable bálsamo ante lo que se aproximaba tras el largo verano de descanso.
Pasaron algunos años, la Hermandad de la Luz había trasladado su procesión a la noche del sábado. Yo había crecido y ya no tenía que recorrer camino de San Francisco de Paula aquellas calles por las que, apenas unas horas antes, había disfrutado de su paso; pero el cariño continuaba intacto. El día de su salida, como en las dos citas por mayo con las antes referidas Salud y Alegría, estaba bien marcado en el calendario. Aquella noche era la perfecta oportunidad para no moverse del barrio y, junto a algún buen amigo de mi misma cuerda, disfrutar de la procesión y de todo lo que la rodeaba por la estrechez de aquellas calles tan familiares para nosotros.
Continuó pasando el tiempo y aunque prácticamente ningún año falté a mi cita con la Virgen, apenas la acompañaba unos instantes tras su paso por delante de mi casa. Ayer, aun con la Macarena en las calles, volví tras mucho tiempo a disfrutar de mi querida procesión de la Virgen de la Luz por esa misma calle Imperial donde tantas veces me llevaban a verla de niño. Al menos en lo relativo a aquello que me alcanza la memoria, todo estaba igual que entonces: el mismo excelente paso de Castillo Lastrucci junto a los mismos muros palaciegos; la misma luz tenue y los mismos sonidos clásicos en la banda; el mismo corte de cofrades sensibles a estos instantes, embelesados contemplando la hermosa vuelta de la calle Calería...
En las cercanías del Arco, la noche tuvo un inolvidable e inusual epílogo de Esperanza. Pese a todo, hoy me he despertado pensando que tenía que regresar al colegio.

08 septiembre 2010

Carta abierta a una ciudad de ensueño


Han pasado ya unos años, pero no he olvidado el color de esa tarde templada de finales de septiembre en que te conocí. Salimos de Sevilla bien temprano, atravesamos en coche la Ruta de la Plata –paradas cerca de Mérida para desayunar, en Plasencia, en Candelario, en un hermoso mirador que sirvió de merendero a la hora del almuerzo- y llegamos a un hotel de tus afueras, tan cercanas a tu ser. Recuerdo la luz exacta en la que se enmarcaba, mientras atravesaba un puente camino de tu casco antiguo, el espectáculo grandioso de tu Catedral, recortando su imponente silueta en la atardecida... En menos de 24 horas conocí algo de ti, lo justo. El hecho de conocer también tu noche limitó que pudiera disfrutarte mucho más; pero cómo es tu noche, qué distinta a otras noches de otros muchos lugares...
Te abandoné soñoliento, casi rebelado por tener que hacerlo, camino de Ávila, la otra ciudad cuya visita teníamos programada en aquella escapada relámpago de fin de semana preotoñal. Aquella extraña nostalgia de lo recién vivido y conocido me hacía sentir la certeza de que habría de regresar a buscarte no muy tarde.
Pasaron casi siete años y con la mejor de las compañías posibles volví a ti. Nos reencontramos un mediodía, también extraordinariamente templado, de mediados de agosto. Nada más llegar supe que aquella vez lograría introducirme en tu alma. Habíamos buscado un hotel en la plenitud de tu corazón, pero a su vez ajeno a tu bullicio. Habíamos buscado la forma de conocerte gastronómicamente, socialmente. Habíamos planeado caminar sin rumbo fijo entre tus muros dorados por el paso del tiempo, visitar tus palacios y conventos, descansar en tus plazas y tus jardines, asombrarnos con tus iglesias y tus catedrales, reverdecer la historia en tus universidades... Y así fue. Érase una tarde de verano, tan cercana aún, y allí seguías tú, tan encantadoramente provinciana bajo las sombras de las altas torres de la Clerecía y la Catedral Nueva. Allí seguías, a las orillas calmas de ese Tormes donde Lázaro se hizo inmortal. Allí seguías, tan recóndita y tan vulnerable, tan turística y tan íntimamente castellana, tan propicia para perderse en el trazado sinuoso de tus viejas calles. Te paseamos en una tarde que podría haber sido perfilada en un sueño, y en tu Plaza Mayor -¡cuánta belleza!-, con el sonido de tus tunas universitarias como banda sonora, vimos morir la luz de un día esperado y, por tan perfecto, inesperado al mismo tiempo.
Seguimos recorriéndote incansables durante una nueva jornada completa, y en la mañana en que teníamos que abandonarte, quisimos retener en nuestra memoria la visión hermosísima de tus tejados desde aquella ventana del hotel; la de los arcos y balcones en perfecta armonía de tu rincón más universal; la de tu Plaza de Anaya, donde como en nuestra Plaza del Triunfo cabe cuestionarse cómo pudo darse cita tanta belleza en tan corto espacio terrenal... Ahora que por fin conocíamos tus entrañas, quisimos retenerte, sí, pero fuiste tú quien de nuevo lo hiciste, llenando de nostalgia nuestro viaje en tren hacia un Madrid, no por querido, menos bullicioso e impersonal frente a ti. Por eso, definitivamente, he comprobado que no se puede escapar a tus encantos, que quien te pisa y te disfruta con gozo siempre sentirá lo que Cervantes dejó escrito en El licenciado Vidriera: “Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”.
No tengas dudas, si Dios me da salud volveremos a vernos. Mientras tanto, querida amiga, no me olvides. A ti y a tus atardeceres de ensueño ya sabes que es imposible hacerlo.

15 agosto 2010

Sevilla en un perfil


Volvimos a reencontranos con Ella en su capilla, volvimos a besar sus manos. Volvieron a colarse en nuestra casa y nuestra alma las campanas giraldeñas, llamando en la tarde calurosa a su novena. Volvimos a sentir, en el sonido de esas mismas campanas, el repeluco de la infancia, mientras nos arreglábamos en su mañana antigua para acudir a su encuentro anhelado. Volvimos a pedirle las tres gracias en el silencio imponente de su plaza. Volvimos a contemplarla bajando por las gradas bajas y volvimos a verla retornar allá donde nos espera tantas mañanas, tantas tardes en las que necesitamos de su presencia confortadora.
Volvió su agosto de sabor eterno y en él volvimos a enamorarnos de su ser de esta tierra. Solo mirarla supone recordarlo año tras año: la Virgen de los Reyes y su Niño "Guasón" son Sevilla, simbolizada en un perfil de siglos y bajo un palio de tumbilla aromado de nardos.

30 julio 2010

¿Libertad?


Escribo desde la indignación que aún me produce el mazazo que el miércoles recibimos todos los que de verdad amamos la FIESTA NACIONAL. Puedo comprender que el hecho de que un auténtico inepto nos presida implique que España se tenga que bajar los pantalones, una y mil veces, ante quien la sustenta económicamente en gran medida. Lo que no logro entender es que en este país, los mismos que legalizan el asesinato de un ser humano en el vientre de su madre coarten mi libertad de ir a ver toros a Barcelona, alegando para ello el sufrimiento de un animal. No lo logro entender, pero la respuesta debe ser bien sencilla, según me dictan los mejores analistas: la vida de ese animal les importa tan poco como todo aquello que tenga tintes españoles.
Después están los otros, los 180.000 firmantes (tantos no, por favor); aquellos que abren foros perroflaúticos en Internet donde se festejan las cornadas de José Tomás y Julito Aparicio; aquellos que comparan la vida y el más mínimo sufrimiento de un ser humano con el de un animal, argumento de mayor peso para haberme formado una idea de lo que son. Conocer sus limitaciones fue el motivo por el que dejé de debatir civilizadamente con los pocos que, a Dios gracias, me he ido cruzando en mi vida. Un tío o una tía capaz de manifestarse dando los espectaculitos públicos que muestra la televisión no puede tener luces para entender, por muchos razonamientos que se utilicen en su defensa, que nuestra Fiesta es cultura con mayúsculas y que el toro, por su muerte en la plaza tras la creación artística, es para muchos de nosotros el único animal venerado. Sin embargo, aquellos a los que se les supone una mínima formación, sí que logran sacarme de mis casillas: pseudoprogres millonarios, chupócteros de la sopa boba que hartos de comer carne y marisco protagonizan acalorados debates televisivos atacando los toros por su violencia; políticos cagones, incapaces de llamar a las cosas por su nombre y que con su silencio se mofan de lo que tanto disfrutamos muchos españoles, portugueses, franceses e hispanoamericanos, de aquello que contaron y plasmaron en sus obras grandes artistas e intelectuales desde tiempos inmemoriales...
No lo entiendo. Me enseñaron que en mi país, con sus virtudes y sus defectos, se vive en libertad. Me gustaba; durante años imaginé lo duro que debió ser estar privado de ella. Hoy no la tengo, me la roban a cuentagotas esos mismos que cuenta la historia que tanto la reivindicaban hace décadas.

10 julio 2010

No me gusta "La Roja"


España está a punto de ganar –¿alguien lo duda?- su primer campeonato del mundo y yo debo ser un bicho extraño, pero esta circunstancia, aún gustándome el fútbol, me provoca total indiferencia; si me apuran, pese a que no me une a la selección holandesa el más mínimo afecto, hasta deseo lo contrario.
Recuerdo que de niño, cuando Sevilla era sede de la selección, me sentía bastante identificado con ella. Disfrutaba ante la tele en los partidos de clasificación –inolvidable aquel gol de Hierro a Dinamarca en el Sánchez Pizjuán, en noviembre del 93- y sufría lo indecible cuando llegaban las grandes citas mundialistas y europeas y “el equipo de todos” siempre defraudaba. Recuerdo aquel partido de cuartos con Italia en EEUU: el gol de Caminero, el codazo de Tassoti a Luis Enrique y el gol de Roberto Baggio que mandó a España de vuelta a casa y nos dio a todos la tarde de playa (en mi caso estaba en La Antilla, pasando el fin de semana). Quién me iba a decir a mí que, muchos años después, si de algún éxito me iba a alegrar en este tipo de torneos iba a ser de los de la Nazionale transalpina...
Pasaban los años y la selección mantenía su tónica habitual ya fuera de Sevilla, con lo cual comenzó a alejarse poco a poco de mis devociones. Decepción tras decepción, llegaban cada dos años, de nuevo, los mismos titulares engañabobos de siempre que harían que le fuese cogiendo cierta tirria al equipo nacional. Aún así me gustaba verlo y, por suponer una excusa para disfrutar de un buen rato con los amigos, me alegraban sus escasos éxitos. Recuerdo, por ejemplo, el Mundial de Corea y Japón con sus extraños horarios. Los días que jugaba España, hasta su polémica caída ante uno de los anfitriones, eran días de fiesta grande en la casa hermandad de San Isidoro, donde alegrías y penas se olvidaban rápidamente en la azotea, con una barbacoa y manguerazos varios en la sobremesa para sofocar los primeros calores estivales. Creo que desde entonces no he vuelto a celebrar un gol de la selección. En la Eurocopa de Portugal y en el Mundial de Alemania empecé a darme cuenta, mientras veía los partidos del equipo nacional, que no sentía lo más mínimo hacia aquel combinado de futbolistas; si ganaban mejor que si perdían, de acuerdo, pero la indiferencia máxima por norma. Cierto es que coincidía esta sensación con una etapa –aún duradera en cierto modo- en la cual tenía ciertas dificultades para tragarme un partido de fútbol completo en el que no jugase el Betis (curioso, porque aguantar noventa minutos de nuestro actual equipo no es comparable al peor de los martirios futbolísticos...). En estas dos citas comienzo a aficionarme a la azzurra italiana, el antifútbol, todo lo que ustedes quieran, pero salvo en esta ocasión, casi por norma, el mejor camino para llegar a la consecución del éxito de forma reiterada, que es de lo que se trata.
Llega la Eurocopa de 2008. La selección de mi país ya no es España, ni “La Furia”, es “La Roja” y la plaza Colón de Madrid ya no es la plaza Colón de Madrid, es “la plaza roja de Madrid”; todo por obra y gracia de esos señores tan simpáticos y respetuosos con el prójimo que son los periodistas de Prisa. La España borrega de la cátedra del Marca nos mortificaba, día sí y día también, con el inaguantable “podemos”. Mientras, el equipo español bordaba el fútbol, como lo bordó el miércoles ante Alemania, como seguramente lo bordará el domingo en la final. ¿Cómo no va a bordar España el fútbol si en su once titular juegan siete tíos del mejor equipo del mundo, al que por cierto odian muchos merengones –de primera o segunda opción- en la mayor parte de los pueblos y ciudades de este país? Lo que en principio suponía un juego, un pique entre amigos para no aparcar nuestra forma dual de entender el fútbol, se convierte en manía persecutoria tras la victoria española sobre Italia en los penaltis de cuartos. En el titular escribo “no me gusta...”, pero aquí, entrelíneas, me atrevo a confesarlo: no soporto a “La Roja”. Lo siento. No me sale quererla. Si durante el año les tengo manía a tipos como Sergio Ramos o Fernando Torres (que es al fútbol un invento como el de Cayetano al toreo), no me sale animarlos porque lleven otra camiseta. No me sale celebrar un gol español de un Carles, antitaurino confeso, que luce el escudo de mi país en el pecho para llevárselo calentito; yo haría lo mismo, que conste, pero no me sale. Mira que a ratos hasta he intentado alegrarme, como me alegro de los triunfos de Nadal, Contador o los chicos del baloncesto, pero nada, imposible, no me sale.
Al menos, este suplicio, este bombardeo mediático, este histrionismo de tantos, sirve para ver en los balcones la bandera española; pero que nadie se confíe. En cuanto la prensa capitalina olvide los éxitos patrios y comience a bombardearnos con la nueva hornada de galácticos madridistas, esa misma bandera volverá a molestar en la caseta del PP en la Velá de Triana, volverá a ser de fachas lucirla en polos y camisas, volverá incluso a quemarse y pisotearse en muchos rincones de la piel de toro... En fin, cosas de este país veleta y esnobista.

31 mayo 2010

La secreta Sevilla Sacramental


Para qué vamos a engañarnos, los más extremos rancios hispalenses –como gusta llamarnos don Francisco Robles, colaborador que fue de esta casa- no esperamos ansiosos, pasada la Semana Santa, la llegada de los días de farolillos. Acaso algunos, llamados desde niños por la devoción al toro y a la fiesta de las fiestas –le pese a quien le pese- que gira en torno a él, disfrutamos de esas tibias tardes de abril en una plaza, con arcos encalados y albero de Alcalá, que podría proclamarse alegremente como la más hermosa del mundo; pero poco más. El rancio hispalense, perdida en su memoria la trasera del último palio y matado el gusanillo con los primeros pasos de las glorias clásicas con sabor a sus barrios de siempre (Salud, Alegría, Pastora...), sueña el reencuentro con una de las más secretas ciudades que caben en el corazón de la nuestra: la ciudad de Dios en su estado más puro; la Sevilla Sacramental; tan íntima a veces como encantadora, tan real en nuestras calles como atemporal.
Alguna que otra vez hemos hablado, en estas mismas curiosidades sevillanas, de la procesión del Corpus catedralicio (jueves 3 de junio la cita de este año), e incluso hemos cubierto, a través de nuestras distintas cabeceras, la información relativa a los otros Corpus –los de los barrios- que tanto proliferan últimamente. Sin embargo, nunca hemos hecho referencia alguna a esos encuentros, la mayor parte de las veces sorpresivos, con Jesús Sacramentado bajo palio, cualquier mañana de domingo primaveral, en la angostura de las viejas calles del centro, o entre la altura de las torretas residenciales de los barrios periféricos. Soy un enamorado de la procesión del Corpus Christi, de sus vísperas, de la tarde solitaria y aletargada que queda tras su paso, alfombrado de juncia y romero, y en la que para mí siempre nació el verano... Pero el más auténtico encuentro con este Dios temprano siempre lo disfruté, desde que tuve uso de razón, en una procesión de impedidos. De niño en la de San Lorenzo, de la mano de mis abuelos y mis tíos: mañana murubesca por los patios de la calle Santa Clara, colchas en los balcones, pétalos de flores, sones de Tejera... Algo mayor y desde entonces, en mi propia casa, con el sonido de la campanilla que abre el cortejo y de los tambores de la Cruz Roja despertándonos y sacándonos de la cama en busca del balcón: la Divina Majestad de San Nicolás discurriendo por la estrechez solitaria de Almirante Hoyos. El Señor hecho Pan acudiendo en auxilio de quienes más le necesitan...
No en todas partes, como señalábamos, pero sí en muchas zonas de la ciudad, las procesiones de impedidos han pasado a mejor vida para dar lugar a Corpus chicos con sus correspondientes pasitos, al estilo del histórico de Triana y del ya tradicional de la Magdalena, tan diferentes y tan maravillosos. Ambos salen a la calle en la mañana del domingo, día de la celebración litúrgica del Corpus Christi, pese a que nuestra ciudad –como Granada y Toledo- mantenga su procesión mayor en la mañana del jueves previo, y constituyen, sin ninguna duda, una cita imprescindible para sevillanos sensibles. Volviendo a las procesiones con el Santísimo bajo palio, bien es cierto que los usos y costumbres han cambiado hasta en la enfermedad y que quizá por ello, en gran parte, han perdido su sentido. Sin embargo, esto no es óbice para que aquellas sacramentales –puras o fusionadas con hermandades penitenciales o gloriosas- que aún las organizan, las mantengan en las calles de sus feligresías. Con ello, además de acercar al Dios de los Sagrarios, se mantiene un retazo de la Sevilla inmaterial que tanto amamos.

24 mayo 2010

Gracias, torero


Apenas tengo tiempo para dejar unas líneas, pero es que además sobran las palabras.
Simplemente gracias, torero. Gracias por estos regalos inolvidables que nos haces. Gracias por acercarme a ese Rafael Divino del que tanto escuché hablar desde niño...
Hoy me siento aún más orgulloso de llevar esa sangre Ortega que hace 90 años, en la muerte de José, tiñó por siempre el río cuando viene por Gelves... Hoy me siento más orgulloso de que seas mi torero, un torero de época al que la historia de la Fiesta situará en lo más alto, muy cerquita de todos esos grandes de ayer que caben en tus trastos cada tarde.

18 mayo 2010

Violencia

Qué curioso, así celebran algunos los éxitos futbolísticos en la misma ciudad en que se debate la prohibición de las corridas de toros. No sé por qué me da que gran parte de estos energúmenos son los mismos que se escandalizan por la "violencia" de la Fiesta. Por si no hubiese suficientes motivos para tomarlos a pitorreo, ahí queda otro.

Pd: mi enhorabuena a todos los culés civilizados (excluyendo a Laporta entre otros). También a esos poquitos por estos lares que sentimos al Barcelona como nuestro segundo equipo.

28 abril 2010

Apuntes maestrantes 2010 (y II)


El viernes me pegué el traguito de tener que escuchar por la radio –magníficas un año más las retransmisiones de Paquito García y Dávila- como El Juli le formaba sendos tacos a sus dos toros de El Ventorrillo, alcanzando su primera Puerta del Príncipe, por si a alguien le cabía aún la duda de que es el que manda en esto. Me hubiese cambiado por cualquiera de los que se empapaban en los tendidos. El domingo, tres cuartos de lo mismo con Manzanares. Para colmo, en esta ocasión andaba dando un paseo con Ana por la orilla del río, lo cual al menos nos permitió apresurar el paso y colarnos en la plaza para ver al alicantino dar la vuelta al ruedo con la oreja cortada al último de El Pilar.
Al día siguiente, gracias a mi compadre y a los amigos almerienses de la asociación Puerta Grande, con quienes espero compartir tarde de toros y merienda por agosto, en la Feria de la Virgen del Mar, sí que pude asistir a la mansada de Gavira. Quedaba feo que pasara la Feria sin acudir a una de las citas de uno de mis toreros. Mucha gente querida en el bar de Ventura –el alguacilillo- antes de entrar, la Maestranza llena a rebosar y el sol acariciando, sin llegar a castigar, los tendidos de la plaza más hermosa del mundo, pero ahí quedó la cosa. Lotes imposibles los de Morante y Luque, de los que hablaré más tarde, y algo más colaborador –con uno en noblote y otro en manso- el de Alejandro Talavante, que cumplió y de no haber fallado con los aceros habría cortado una oreja a cada toro.
El lunes vi la corrida pero por la tele, rodeado de parroquianos autóctonos del Gran Tino de la Alfalfa. Impresentable lo de Jandilla, como cabía esperar en el debut como matador de toros en Sevilla de Cayetano. Para colmo, sólo sirvió un toro, el primero, al que Aparicio –fíjense cómo sería el animalito- incluso le pegó un par de verónicas de buena factura y una media apaulada con mucho sabor. La mala suerte para Julito fue que Morante le replicó, dejándose desabrochar el chalequillo de un pitonazo a mitad del quite. Lo del quinto de la tarde, un sobrero de Javier Molina que sabía latín, fue como lo del año pasado con el toro cabrón de Juan Pedro; habrá quien lo quiera ver y quien no, pero supuso la reivindicación, una vez más, de que Morante de la Puebla es el torero artista con más valor y técnica que han conocido las generaciones actuales. Cayetanito pegó dos buenas estocadas a sus novilletes y se marchó tan impoluto como llegó a la plaza –tarde por cierto- con su traje blanco y plata, para qué vamos a hablar más...
Lo del martes, a priori uno de los carteles más rematados del abono, fue toda una delicia para los sentidos. Qué manera de torear la de El Juli al excelente cuarto de Torrealta, qué manera de arrastrar la muleta, de improvisar, de saber siempre lo que es más conveniente ante la cara del toro... ¿De verdad este torero es el mismo que me aburría año tras año en Sevilla y en El Puerto? Faena maciza, dos orejas inapelables. Yo no sé cómo sería lo del viernes, pero lo que yo vi cuatro días después difícilmente lograré olvidarlo. Y Manzanares... ¡qué pedazo de torero! Sólo recuerdo haber visto torear dos veces así de despacio y así de bonito: la primera a Morante en la pasada Feria de Málaga, cuando acudimos a verle reaparecer tras la cornada de El Puerto; la segunda el otro día al Manzana en su primer toro. La cosa no quedó ahí: en el quinto, que tenía toda la guasa del mundo, Josemari sacó la casta y el valor sin aspavientos para cuajar a un toro que parecía imposible. Con todos mis respetos y mis mejores deseos para ese buen torero que se recupera en México de un cornalón de caballo, esto y lo del día anterior también es jugársela sin contemplaciones y en mi opinión de una forma mucho más cercana a los principios básicos del toreo, los cuales nunca fueron parejos a la locura y el sufrimiento del espectador, más bien todo lo contrario. El pobre Luque anduvo por allí frente a los dos colosos. Tanto él como los que le encumbraron el pasado año –la empresa entre otros muchos- deberían tomarse las cosas con más calma. Las prisas, como habrá podido comprobar el chaval de Gerena, difícilmente traen buenos resultados.
El domingo, recién regresado de mi retiro granadino, cumplí con el rito de la siempre apasionante miurada, flojita de remos pero con un par de toros interesantes. Al bueno del Fundi lo vi más reservón que nunca, lo cual tiene su lógica con lo que pasó el pasado año. Tardó mucho en acoplarse con el cuarto, que ni por asomo parecía de Miura en su comportamiento. Finalmente lo hizo, logrando incluso muletazos limpios y de buena factura (cosa harto complicada de ver en esta anual cita). Pinchó, lo que le privó de cortar una merecida oreja. Lo mismo le ocurrió a Rafaelillo, que estuvo hecho un auténtico tío con el sexto, al que por poco ve irse al corral. Padilla, con el peor lote –sobrero del Conde de la Maza incluido- y con menos predisposición que otros años, quedó prácticamente inédito, excepción hecha del recibo de capa al segundo, en el que sorprendió con unas verónicas y una media muy estéticas.
Para terminar, y aunque no los vi, un apunte sobre tres toreros: Castella, Perera y El Cid. Del primero, pese a no ser una de mis grandes pasiones, me esperaba mucho más. Al toro de la Feria le cortó sólo una oreja, eso tratándose de una figura lo dice todo. Lo de Perera no me sorprende, era más que evidente –menos para la empresa y sus mentores- que no era el año para venir tres tardes. Algo parecido ocurre con El Cid, si bien, porque nos duele mucho más, cabe una reflexión más profunda: el torero no está, como no estuvo en todo el pasado año. Por su parte toca reconocerlo y aceptarlo de una vez por todas para buscar las soluciones pertinentes; por la nuestra respetarlo. Quien pita a El Cid en Sevilla es un impresentable. Que nadie olvide lo que nos dio este hombre, cuando quienes ahora nos vuelven locos ni estaban ni se les esperaba.

26 abril 2010

Apuntes maestrantes 2010 (I)


Como cada año, desde hace unos cuantos, me dispongo ante la blanca pantalla del ordenador a reflexionar sobre aquello que he tenido la oportunidad de ver –y no siempre de disfrutar- en mis tardes de toros en la Real Maestranza, que este año han sido hasta seis. Sigo soñando pues con el día en que logre abonarme, por mi propio bolsillo, a mi querida grada 4, ahora tras la reforma rebautizada como sol alto del 8. Ahí va una primera entrega.
Me estrené en la del sábado posterior a Resurrección, corrida seria y astifina de Pereda-La Dehesilla, que por su lejanía comienza a perdérseme en la memoria. Me gustaron contados apuntes de Miguel Ángel Delgado, que ojalá funcione algo más este año con sus nuevos apoderados, y fundamentalmente lo bien que lo hizo todo el albaceteño Miguel Tendero, que malogró con los aceros lo mucho interesante que mostró ante sus dos oponentes. Salvador Vega simplemente pasó por aquí, demostrando un año más lo que pudo ser y no fue.
Dos días después tuve la suerte de asistir a la corrida del Conde de la Maza, de las más interesantes de la Feria, con un Oliva Soto que tuvo al alcance de su mano la Puerta del Príncipe y tras ella un buen número de contratos que, ojalá me equivoque, se esfumaron tal y como pudieron llegar tras su fallo a espadas. Apuntó varios detalles en su primero, al que cortó una generosa oreja, la cual reafirmó con su actuación, llena de muletazos hondos, sobre todo por el pitón derecho, y bellísimos adornos ante el quinto, un toro extraordinario, pero que como buen condeso tuvo mucho que torear y más para un chaval con sólo dos corridas –ambas en Sevilla- a sus espaldas en sus casi dos años de alternativa. Torero, si se presenta otra como ésta, que ojalá, hay que matar después de estar hecho un tío. Al margen, Diego Urdiales dejó buena muestra de su oficio a lo largo de toda la tarde, principalmente ante el cuarto, y Antonio Nazaré, con el lote menos colaborador, quedó prácticamente inédito.
Dos días después me tragué al tostonazo de la de El Torreón, una tarde que no tuvo más emotividad que la de la presencia, digna de alabar y premiada por la plaza con una cerrada ovación antes de la salida del primero, de Antonio Barrera (de negro y oro), cuyo padre se encontraba por aquellas horas de cuerpo presente. El buen torero sevillano topó con un lote infumable, caso contrario al de Bolívar, al que se le fue con las orejas puestas el repetidor segundo, y de Salvador Cortés, un torero que por muchas vueltas que le doy no logro entender cómo ha podido abrir la puerta grande de Sevilla, por dos veces además, sin saber colocarse, cruzarse con los toros ni adelantar jamás la pierna contraria.

14 abril 2010

Mis momentos mágicos


-La cofradía de San Roque –en especial su Virgen de Gracia y Esperanza- recién salida, envuelta en el ambiente popular de las primeras horas de la tarde del Domingo de Ramos. Inolvidables los momentos vividos en la delantera del palio, disfrutando y alentando a través de los respiraderos la forma de andar de su cuadrilla, elegante pero con gracia, como corresponde a un paso de ese corte. Que tomen nota algunos. Las vías para los trenes.
-El regreso a casa de las Penas, a través de un recorrido inusual, en la accidentada noche del Lunes Santo. Tras tres años consecutivos viéndola desde fuera disfruté más que nunca de mi hermandad en la calle. Entre los naranjos de Cardenal Cisneros, caminando junto a la Virgen de los Dolores (tan ligada a mis recuerdos y mis devociones), volví a sentir, tras mucho tiempo sin hacerlo, ese pellizco que hace casi tres lustros me llevó a San Vicente. Para colmo, lo viví junto a mi hermano, con quien tan pocos pasos suelo ver a lo largo de la Semana pese a nuestra común afición por los mismos.
-Una vez más, el regreso por la antigua calle Oriente de la cofradía de San Benito. Sin duda no ha sido el año en que más he disfrutado del primero de sus pasos; pero allí, sin avisarnos previamente, volvimos a reencontrarnos numerosos amigos que sólo coincidimos durante la Semana Santa en esas últimas horas de la noche del Martes Santo y en ese punto exacto.
-El contraste entre mis dos cofradías favoritas del Miércoles Santo, jornada que disfruté más que otros años. San Bernardo a la ida, en esta ocasión –gracias a mi pereza por salir a buscarla, como siempre, en la bajada del puente- por la Alfalfa, con su crucificado abrazando el sol de la tarde meridiana de la Semana Santa. Horas más tarde, el Cristo de Burgos de regreso por su plaza, algo que pese a haberlo contemplado mil veces no me perdería salvo causa de fuerza mayor: silencio, recogimiento, las marchas fúnebres de siempre y una dolorosa que mientras más la miro más me cautiva.
-La Virgen de la Victoria de las Cigarreras, que me hizo vivir los instantes más inolvidables de esta Semana Santa tras cinco años bajo su palio. La busqué por donde más la disfruté como costalero: Miguel de Mañara, Contratación, San Gregorio... No soy propenso a exteriorizar este tipo de emociones, pero durante el largo rato en que la estuve contemplando se me humedecieron los ojos y un nudo en la garganta me impedía hablar y acercarme a saludar a mis capataces y mis compañeros. La mano que agarraba fuerte la mía lo sabe mejor que nadie...
-La cofradía de la Exaltación –vulgo los Caballos- con cuyo reencuentro soñé durante toda la Cuaresma. Aún más completa de lo que la recordaba en mis últimos Jueves Santos como espectador. Impresionante su popular misterio y con un paso palio –tristemente desconocido por muchos cofrades- cuya sevillanía atrapa y hace olvidar el reloj y los planes horarios.
-La Esperanza, saludada por el sol a su llegada al Espíritu Santo; sonriendo por segundos en alguno de sus mil perfiles; venciendo mi cansancio y mis malos humores del Viernes por la mañana; permitiéndome que la persiguiera por San Juan de la Palma, como un niño lo hace con su madre, hasta sentir la primera gran nostalgia, perdida la trasera de su palio en la embocadura de Feria...
-El Viernes Santo al completo, con permiso del Domingo y el Jueves, el día más hermoso de la Semana Santa. Desde la anochecida azul de la Carretería por Temprado, a la luz y el verdor de la Soledad por la Plaza Nueva; desde la Triana elegante y atemporal del Cachorro y la O, al espectáculo sobrecogedor de la cofradía de las Tres Caídas de San Isidoro regresando por Francos, con nazarenos que te miran misteriosos tras el antifaz e incluso reverencian ante el buen amigo que contempla el paso del cortejo; desde la Semana Santa más auténtica en el retorno de Montserrat por Castelar-Molviedro a los sones bellísimos de Margot, al transitar fantasmagórico de la Mortaja por la noche oscura de Doña María Coronel...
-El mejor final posible bajo el paso de la Piedad de los Servitas, que una vez más hizo superar todas mis dudas y volvió a hacerme sentir costalero. Me consta que no paso de peón cumplidor y no me disloca este mundo del costal hasta el punto en que lo hace con tantos buenos amigos, pero sé a ciencia cierta que recoger los relevos y hacerse la ropa, cada mediodía de Sábado Santo, en el patio del colegio de Santa Isabel rodeado de los mejores es un privilegio que tengo la suerte de vivir. Nunca me cansaré de agradecérselo a quienes me dieron esa oportunidad.

24 marzo 2010

De azul y plata (publicado en la revista Sevilla Cofradiera)


No sé por qué cada noche víspera de Domingo de Ramos, cuando entro en San Julián y me recibe la trasera del paso personalísimo del crucificado de la Buena Muerte con la Magdalena a sus pies, siento ese cosquilleo nervioso en el estómago. No sé por qué ese instante, en el que el ajetreo desbordado de los preparativos florales llena de vida el templo, es para mí quizás el más feliz del año, aquel en que se toca con las manos lo soñado, pero a la vez aún no se vive como para poder sentir la nostalgia primera de perderlo.
No sé por qué aquellos capirotes azules despertaban en mí sentimientos tan especiales cuando, perdida en la embocadura de Sierpes la elegancia de Subterráneo, copaban la Campana de mi niñez cofrade. Quizá fuese el colorido de su cofradía, quizás esa composición perfecta a la par que sencilla del Señor en la Cruz contemplado por una mujer guapa y rota de dolor, quizá la belleza castiza de la Virgen de la Hiniesta... No lo sé, pero ya inmerso en la madurez cofrade siguió llamando mi atención el hecho de que siempre sentí como mía propia esta Hermandad de la que hasta hace poco apenas conocía algún hermano, que no se vincula al corte de las que siempre frecuenté, que no se ubica especialmente cercana a mi casa...
Nunca he sido hermano y quizá nunca lo seré porque no se rompa esa magia que siempre mantuvimos desde que la Semana Santa, a edad temprana, llamó a las puertas de mi corazón. La Hiniesta es para mí como ese amor callado e infantil del que disfrutas sólo con mirarlo, esa debilidad de todos conocida y por muchos compartida, esa imagen grabada de un día, de una fecha concreta, ese símbolo de lo anhelado durante todo un año...
Puede que el encanto de la Hiniesta radique en su sevillanía, proclamada tantos siglos atrás desde la altura de los montes catalanes. La Hiniesta de salida por el Pumarejo, por la calle Feria o enmarcada entre las columnas de la Alameda es Domingo de Ramos en estado puro. Sus dos pasos de regreso por Doña María Coronel, acariciados por el azahar de los naranjos y por la primera brisa de la noche primaveral, son estampa habitualmente recomendada de la Semana Santa de nuestros días y cita ineludible para buenos cofrades en las postrimerías de la jornada de los sueños cumplidos.
Sí, hay mucha Sevilla en esta cofradía, como la hay en su barrio de espadañas y huertos conventuales, de cal en las fachadas, de casas derruidas, de modernos bloques de pisos viveros de sus niños nazarenos, de tabernas y pequeños talleres artesanos. Será por eso, porque nací al amparo de ese manto de sevillanía, que al reencontrar cada Domingo de Ramos los primeros tramos de su extenso cortejo, vuelvo a sentirme el niño que descubre la emoción primera de la Semana Santa, desperezándose en el brillo refulgente de esa Estrella Sublime que vive por San Julián y viste de azul y plata.

25 febrero 2010

Aclaración

Pensé que no era necesario a estas alturas realizar esta aclaración, pero parece que -al hilo de mis últimas intervenciones- hay por ahí quien se confunde (o hace como que se confunde, que todo es posible en este mundo de las cofradías). Pregonero_de_Sevilla es Enrique Henares Núñez, no Enrique Henares Ortega. Fácilmente puede comprobarse que tanto nick como blog son muy anteriores al 8 de noviembre de 2008, día en el que se nombró a mi padre pregonero de la Semana Santa 2009.

Por tanto, todo lo que aquí se publica, sea acertado o desacertado, lo firmo yo y nada más que yo.

Pd: Una pena que no me terminaran por poner Álvaro...

19 febrero 2010

Dos pregoneros y un tabernero


De izquierda a derecha:

Enrique Henares Ortega: Abogado, cofrade, costalero y Pregonero de la Semana Santa de Sevilla 2009.

Fernandito del Rinconcillo: Tabernero, alma máter de la trastienda del templo del coronel, las espinacas y el pavía.

Antonio García Barbeito: Escritor, poeta, periodista y Pregonero de la Semana de Sevilla 2010.

La imagen la captó Reyes Morales en su taberna de la calle García de Vinuesa. No me dirán que no es de archivo.

16 febrero 2010

Apunte crítico cofradiero

Lo he escuchado esta noche –en ese programa cofrade que desde hace bastante tiempo no es ni la sombra de lo que allende fue- y todavía no me lo creo. El Jorge Javier Vázquez de las cofradías ha dado a conocer la publicación, por parte del hermano mayor de los Javieres en el boletín de su hermandad, de un artículo opinando sobre el Pregón de la Semana Santa y más concretamente sobre la persona que lo pronunciará este año: el escritor y periodista Antonio García Barbeito.
Parece ser que el artículo no deja muy bien parado al bueno de Barbeito, al que se acusa en el texto de no ser hombre de hermandades, ni de Iglesia, ni en definitiva la persona adecuada para anunciar a la ciudad su Semana Santa. De camino le pega un palito –sin nombrarlo, eso sí- al maestro Antonio Burgos y recomienda al Consejo de Cofradías que no se deje influenciar por la presión de ciertos medios de comunicación a la hora de nombrar pregoneros.
Me parece muy desacertada la opinión del hermano mayor de la cofradía de Omnium Sanctorum; no creo que este señor conozca en absoluto a Antonio García Barbeito para permitirse la licencia de opinar sobre su forma de vivir en cofrade y cristiano. Respecto a la recomendación al Consejo –si bien no puedo estar más de acuerdo con ella- no es el boletín de la hermandad el lugar indicado para exponerla.
Ni que decir tiene que la cosa no podía quedar ahí. Como en todo asunto polémico tenía que hacer su aparición para magnificarlo el gran gurú de la Semana Santa del siglo XXI: Don Fran López de Paz. Cuando todos los mortales no hermanos de los Javieres no teníamos ni puñetera idea del tema y seguramente nunca la hubiésemos tenido, llega este señor y nos lo cuenta (a lo cual tiene todo el derecho del mundo, como yo lo tengo a opinar). Por supuesto, no tarda lo más mínimo en pulsar la opinión del pregonero, el cual mete la pata hasta el fondo –así lo pienso, querido Antonio, y no tendré problema en comentártelo personalmente cuando nos tomemos esa copa que tenemos pendiente- manifestándose al respecto y haciéndolo además en un tono poco adecuado, descalificaciones de las formas ortográficas del artículo incluidas y negando la mayor de que la cosa le ha molestado, cuando el calentón era apreciable. Error de bulto en alguien que por su trayectoria personal y profesional se defiende sobradamente sin palabras.
Se cierra la entrevista. Profundo análisis periodístico del señor López de Paz acerca del posible origen de la historia, ver para creer: “En la Exaltación del Martes Santo que esta misma noche se ha celebrado en los Javieres no se toca el himno de Andalucía, sólo el de España; esto puede explicarlo todo...”. Si un Pregón –el de mi padre- en el que se defienden los valores cristianos es un mitin, ¿qué es un programa de cofradías donde se vierten reflexiones como ésta?
Como parte implicada no he alzado la voz, ni la alzaré más allá del anterior comentario, contra la campañita de este señor en contra de un Pregón de la Semana Santa que se pronunció el pasado 29 de marzo y que aún recordaba –qué ángel más grande el vuestro- a 28 de diciembre. Tampoco daré cabida en mi blog a ninguna de sus míticas sentencias (para eso ya está mi querido Fran Narbona al que no se le escapa una), pero quede aquí esta pincelada como muestra del bajón intelectual y de clase en nuestras cofradías. No quiero ni pensar lo que será de este mundo que tanto amamos cuando los que lo rijan sean esos kofrades a los que hoy forjan maestros tan admirables.

13 enero 2010

Decálogo de una escapada navideña a Madrid (a modo de coda al de la Gata)


1: Me reafirmo en que el Ave es un gran invento, no sólo por la corta duración del trayecto sino por lo entretenido que se hace éste escuchando a los cuentistas que dan parte a voz en grito de su vida a quien les ha llamado, ya sea para contarles el motivo de su viaje o para informarles –con grandes circunloquios y aspavientos- de que se están cagando patasabajo con tanta comida navideña.
2: Ya era hora de visitar Madrid para algo que no fuese ver toros, finales de Copa en verdiblanco –con o sin título al regreso- o simplemente pasear para hacer tiempo entre vuelo y vuelo. Nunca más me perderé por el centro de la capital. Tal y como comencé a comprobar en mis últimas visitas está todo mucho más cerca de lo que te imaginas o te dicen.
3: No intenten reservar mesa para comer en Lucio o en su restaurante hermano –el Viejo Madrid- en Navidad. ¿Creen que han llamado pronto? Pues no, está todo completo desde el día que llamas hasta el que te vas de vuelta a casa. No pasa nada, más pronto que tarde cumpliré mi sueño de cenar en Lhardy. De momento he descubierto el Mercado de San Miguel, que no está nada mal.
4: He visitado en el barrio de las Letras la Casa de Lope de Vega y no muy lejos de la Plaza Colón y del arranque de la Castellana la Casa-Museo de Sorolla (les recomiendo la visita a ambas). ¿Tan difícil es hacer algo parecido en Sevilla con otros muchos artistas que nacieron o vivieron aquí? Hasta “nacionalistas de la patria chica” como yo nos damos cuenta de estas cosas.
5: Me encanta la Gran Vía de noche. Alegra el espíritu salir un domingo a cenar y no sentirse extraño por estar en la calle en vez de viendo Gol al Gol o Estudio Estadio (que por cierto no sé si sigue existiendo).
6: Es increíble, pero con la de veces que había ido a Madrid nunca había visitado el Palacio Real (ni la tasca de enfrente a la Almudena). Mereció la pena una hora y media de cola con los pies helados y el paraguas en alto, su interior me sorprendió muy gratamente.
7: Lo que aquí es mono a mediodía de una cerveza bien fresquita o una copita de vino de Jerez –según la temporada- allí lo es de un vermú de grifo, a la Mahou que le den. Donde fueres haz lo que vieres.
8: ¿Por qué en Sevilla no hay cafeterías ni teatros en condiciones y en Madrid abundan tanto ambas cosas? ¿Quizá sean elementos muy rancios para una ciudad con un gobierno “de progreso” como la nuestra? El caso es que yo los echo de menos. Hace tiempo que vengo comprobando que me gusta acudir tanto a unas como a otros. No, si al final no voy a ser tan “nacionalista"...
9: Quien pasa unos días en Madrid –aunque sean de relax como los míos- y no se agobia un rato ni ha ido a Madrid ni na. El Prado con ciertas prisas o querer hacer tres cosas en una misma tarde son una buena ocasión para lograrlo. Doy fe.
10: Aunque sea una tontería y aunque te empiece a diluviar en ella sin que lleves paraguas y tengas que entrar en el Corte Inglés a comprar uno muy morantista, se siente algo especial en la Puerta del Sol sabiendo que horas después verás por la tele –como cada año desde que tienes uso de razón- las campanadas de fin de año marcadas por su famoso reloj.

Ya lo venía intuyendo hace algún tiempo, pero definitivamente y al contrario que a otros muchos, me gusta ir a Madrid.