
Hoy, 12 de septiembre de 2007, el Real Betis Balompié cumple 100 años de historia. Camino de los 27, siempre le recuerdo ligado a mi existencia, vistiendo su camiseta verdiblanca desde mis fotografías más remotas, sufriendo con sus sinsabores y estallando de júbilo con sus alegrías y sus celebraciones incomparables.
Felicidades Betis y gracias por ser siempre distinto al resto, gracias por estas casi tres décadas que he vivido a tu lado. No cambies nunca, si lo hicieras nada sería lo mismo para tus seguidores.
29 enero 2007
Maravillosamente distintosPuede parecer oportunista hacerlo hoy, después del mejor partido de la hasta ahora flojita temporada, pero también debéis tener en cuenta que es, sin duda, una semana importante para el fútbol sevillano que el jueves vivirá la primera de sus tres fiestas en un sólo mes y qué mejor manera de sumarme a ella que hablando del que siempre ha sido, es y será mi equipo. Soy bético desde que nací, quizás porque así lo quiso mi padre, pese a que mi abuelo, oriundo de Granada, era sevillista como también lo son mis tíos. Sé que en mis primeros años de vida el Betis realizó unas cuantas buenas campañas, pero mis recuerdos más remotos se ligan a un equipo ascensor que en ciertos momentos invitaba a la desesperación de un niño tan pequeño. Hoy, mucho tiempo después, me alegro de no haber sucumbido a ella. Eran los años de Pumpido, cuya equipación tuve no sé para qué ya que nunca me gustó jugar de portero; los años de aquel delantero centro ídolo de mi infancia: "No diga gol diga Mel"; los años en los que no era fácil ser del Betis rodeado de amigos sevillistas, pero en los que un llavero, que todavía conservo y que reza rodeando al escudo: "Aún en los peores momentos que grande es ser bético", me convenció de que indudablemente no hay equipo que sepa sufrir como el nuestro, capaz de sobreponerse a lo que pocos lograrían hacerlo. Gracias al sentimiento resumido en esa frase, tan grabada en aquel llavero como a partir de entonces en mi corazón, pude vivir gozoso aquel rescate de los infiernos por obra y gracia de un señor con bigote ligado a mi mejor memoria en verdiblanco; aquellas primeras goleadas en casa tras el retorno a la cumbre; aquellos derbys en los que fuimos intratables; aquel tercer puesto en la liga, logrado en el mismísimo Bernabéu; y aquella final copera in situ, en ese mismo lugar, que perdimos pero merecimos ganar. Después vinieron etapas mejores y peores; otro ascenso de inolvidable celebración y una temporada de ensueño que nos permitiría, meses más tarde, escuchar en nuestro estadio el himno de la Champions, no sin antes traernos para Sevilla un título, varios años después de que nosotros mismos nos trajésemos el último desde ese mismo campo en el que, tras un día inolvidable inundando Madrid con nuestros colores y nuestros cánticos, muchos descubrimos que también se llora de alegría. Esto es sólo el resumen, más sentimental que preciso, de veintiseis años entre cien posibles; cien años de beticismo en los que, desde el Porvenir a Heliópolis pasando por el resto del mundo, fuimos como siempre seremos: maravillosamente distintos.