27 noviembre 2006

Italia en Sevilla

El Viernes por la noche, cenando con un grupo de amigos en el Restaurante Maccheroni (anda que también nació en Triana el gachó que lo montó), en la calle Harinas, uno de ellos comentaba ante las excelencias de manjares y vino que, de no haber sido españoles, sin duda hubiésemos tenido que ser italianos.
Desde pequeño llamaron mi atención esos futbolistas engominados y cuentistas, de juego tan ultradefensivo como eficaz. Años más tarde, más que el fútbol, me atraen esas presentadoras morenas, increíblemente perfectas y simpáticas y también, cómo no, esas pizzas que de tantos desavíos nos sacan y la pasta bien cocinada y regada por un buen Lambrusco rosado, como la que degustamos la otra noche.
Italia en Sevilla, además de en el nombre de una avenida (la de la Ciudad Deportiva del Real Betis) y de en la lógica herencia arquitectónica renacentista, se encuentra en varios restaurantes, tales como el Mamma Mia de calle Betis, tan ligado a nuestros recuerdos gastronómicos infantiles; los distintos San Marco, que todos conocemos, llamando mucho la atención el ubicado en Mesón del Moro, en lo que fueron unos baños árabes; y junto a estos veteranos, todos esos de novedosa apertura que salpican la ciudad, principalmente por las zonas Centro y Nervión.
Nunca me sedujo especialmente salir al extranjero sin conocer todo lo que me atraía de nuestro país, pero sí soñaba visitar Roma. Hace dos veranos pude hacerlo y prometí volver. Desde entonces, Florencia y Venecia forman también parte de mis anhelos viajeros. Mientras llega la ocasión seguiremos degustando Italia en estos rincones tan sevillanos. Lógicamente se admiten propuestas.

20 noviembre 2006

Llora Noviembre

Ocurrió el pasado fin de semana, allá en San Juan de la Palma, donde nuestros recuerdos infantiles siguen jugando a la pelota a la salida del colegio, donde los Domingos evocan la ilusión en la imagen retenida de unos misteriosos romanos cubiertos de fantasmagórico modo, y donde varias espadañas vecinas se asoman, una vez al año, a ver amanecer la Semana Santa.
En la tarde oscura y fría de Noviembre, la Amargura había descendido desde el altar mayor para tender su mano hacia nosotros y acercar así a nuestra altura su celestial mirada de ojos tristes.
Dicen de este rito que supone la apertura del curso cofrade sevillano, lo cierto es que desde que quien me dio la vida, vecina muchos años de su mismo barrio, me lo enseñó, pocas veces he faltado a la cita.
La iremos presintiendo por la plaza en el olor a incienso, en ese amigo cofrade que nos cruzamos y que regresa del lugar al que acudimos, o quizás la adivinemos sorpresivamente cuando, agotada la estrechez de Regina, la encontremos en la cerámica de su azulejo, en el eterno diálogo con San Juan de cada noche de Domingo de Ramos.
En el interior del templo su presencia lo llena todo. El tiempo vuelve a detenerse cuando la miramos cara a cara, cuando su tez morena y su expresión de dolor sereno vuelven a parecernos difícilmente superables por los cánones de la belleza...
Ocurrió el pasado fin de semana, allá a San Juan de la Palma. La Amargura descendió de su camarín para regar con su llanto inconsolable este Noviembre de dolorosas enlutadas que desde entonces nos sabe a primavera.

13 noviembre 2006

La Amargura de las Glorias

Somos muchos quienes señalamos a la hermandad de la Amargura como la más perfecta expresión de lo que debe ser una cofradía en la calle. Se dice de ella que todo es armonía en su discurrir por la ciudad, desde esa cruz de guía que se eleva sobre los blancos capirotes el Domingo de Ramos, a la última nota de la marcha de Font de Anta sonando tras su paso de palio.
Pues bien, si la de San Juan de la Palma es la más completa cofradía penitencial, muchos somos quienes defendemos igualmente que es la de la Virgen del Amparo la que goza de ese privilegio entre las de gloria.
El Amparo es el broche de oro, elegante y medido, de las procesiones sevillanas. Todo está sumamente cuidado en su cortejo que discurre en la fresca anochecida de Noviembre por el rincón más señorial del centro. Su público es bastante numeroso, pero siempre sin perder ese encanto de ser en gran medida conocido para quienes acudimos allí año tras año. El andar del paso, como corresponde a su gran cuadrilla, suele ser excelente (vaya paseo le habéis dado, Sergio) y el repertorio musical es de lo mejor y más clásico que a día de hoy puede escucharse tras nuestras imágenes.
La estampa de la dulce Señora de la Magdalena, elevada sobre los naranjos de la calle Miguel de Carvajal, a la luz de sus incomparables candelabros rematados por un personalísimo farol, es una de esas que, sólo contemplarla una vez, te hace acudir a reencontrarla de por vida.
Es por eso que el pasado Domingo volvimos a cumplir con uno de esos ritos que nos hacen gozar de la ciudad y de sus días. No podíamos faltar; la maternal y evocadora Virgen del Amparo cruzaba sobre hojas caídas las calles de su collación, marco de las esencias imperecederas e imborrables para la memoria.

06 noviembre 2006

Si Sevilla fuera una calle...

Hace algún tiempo, leyendo un cuestionario de la web Sevillaclick, me llamó la atención una de las preguntas: si Sevilla fuera una calle sería...
Calles hermosas sobran en la ciudad, ahí están Mateos Gago o Doña María Coronel, cualquiera de las múltiples callejas del barrio de Santa Cruz, o esas otras cercanas pero mucho más desconocidas del barrio de San Bartolomé. Pero para mí, sin lugar a dudas, si Sevilla fuera una calle, esta no sería otra que la calle Feria, por numerosas razones.
Feria es vivo retrato de la ciudad, une dos universos; la elegancia suprema de San Juan de la Palma y la algarabía desbordada de la Macarena. Feria es sendero de blancos nazarenos en la atardecida del Domingo de los sueños, haciendo cofradía de barrio a la Amargura, mientras en la mañana del Viernes Santo es retablo de emociones con sabor a calentitos y aguardiente, sonido de tambores antiguos junto a la Sentencia y palio de infinitas plegarias.
Feria es (al menos a día de hoy) hasta Semana Santa de las vísperas. En Feria habita la Niña novia del Jueves Santo de Sevilla, cuyos rosarios son memoria eterna de un torero mejicano a quien enamoró.
Feria es en estos días procesión de gloria, Todos los Santos descendiendo a la Virgen a la ciudad de otoño, en el mes de los que ya no están.
En Feria nacen la Madre y Maestra y también, paradojas de la vida, el Pasmo de Triana. Feria es una cerveza en Vizcaíno a medio día, un apunte de lo que fuera "el Jueves", una tarde de la Cabalgata, camino del Rocío por Junio...
Feria es más Feria que nunca cuando cualquier mañana se pasea, mecedoras y muebles en las puertas de sus comercios y mujeres camino de la plaza.
Feria es sólo un trocito de ciudad, pero a partir de ella podríamos empezar a imaginar el resto.