24 octubre 2006

Soñando primaveras

Ocurrió el pasado Domingo. Un año más, el otoño llegaba a la ciudad en la fina y delicada sonrisa macarena de esta Virgen del Rosario que, como tantas otras veces, volvió a enamorar con su dulzura hasta a la misma lluvia de finales de Octubre.
Es la primera de esas postreras procesiones de gloria que nos saben a tiempo incierto, a café de media tarde en la calle Feria y a humo de castañas y primeros fríos.
Sabíamos que no podría salir, pero no por ello dejamos de acudir a verla. Repleta la Basílica se levantó su paso y, elevada y majestuosa, avanzó entre la multitud para asomarse al atrio a los sones de sus marchas de siempre.
No hubo Arco, ni callejones, ni ambiente inigualable de la calle Parras, ni siquiera lejanos recuerdos de San Gil..., pero sí estaba Ella y es por eso que, aún sin su presencia física, volvieron a llenarse de sus gracias todos estos lugares.
Todo fue más breve que de costumbre. La Virgen regresó al interior y su paso quedó detenido junto a la puerta. Se apagaron las luces y quedó solitaria la Basílica. Mientras, con la Esperanza como testigo, un Niño soñaba primaveras de sol dormido sobre el hombro de su Madre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No salió, pero al menos pudo asomarse al atrio. La Virgen iba muy guapa y a buen seguro se hubiera lucido, como cada octubre, pero no pudo ser. Esperemos que el año que viene el tiempo acompañe, sobre todo para que pueda lucir (de una vez) su manto celeste restaurado y sus faldones nuevos.

Reyes dijo...

La grandeza de ser Macarena y llevar al niño dormido la hacen especial.
Es que todo lo que suene a Macarena es especial.