27 marzo 2012

La auténtica Semana Santa


Pasan los años, llega una nueva Cuaresma y a su final, cercano cuando esta revista vea la luz, llegará una nueva Semana Santa. Tanto una como otra, a buen seguro, conformarán los días más felices, puede que por anhelados, del año natural de muchos sevillanos. Pese a todo, como en los últimos tiempos, vuelve a quedarnos la misma sensación: estos cuarenta días con sus cuarenta noches, esos tan esperados que darán comienzo en la mañana limpia e incomparable del Domingo de Ramos, siguen siendo infinitamente hermosos, pero no tanto como lo fueron cuando éramos niños o jóvenes imberbes que aprendíamos a amar nuestra Fiesta Mayor.
Resulta curioso que recordemos con nostalgia las Semanas Santas en que, a causa de la edad, apenas decidíamos dónde y cuándo ir; aquellas en las que pasábamos muchas menos horas en la calle y estas, en su gran mayoría, transcurrían para nosotros sentados en una silla de la Campana, por muy privilegiada que fuese. Había concluido una Cuaresma en la que solo la visita a algunos besamanos y a los templos más cercanos a casa en los días finales nos había hecho percibir la realidad; el resto lo habíamos intuido leyendo las páginas cofradieras de los periódicos, o acaso lo habíamos dibujado en nuestra mente escuchando los programas de radio que en distintas emisoras se sucedían desde la tarde hasta la medianoche. Llegaba una nueva Semana Santa y lo hacía el Domingo de Ramos, ya que hasta que el Carmen Doloroso no comenzó a salir el Viernes de Dolores nunca vimos un paso en movimiento antes de este día. Amanecía, despertábamos nerviosos, mucho más que la mañana del 6 de enero, y nos íbamos hacia el balcón para, descorriendo el visillo con la mano, asomarnos a un cielo eternamente azul en nuestra memoria. Hoy seguimos despertando inquietos y varias horas antes que cualquier otro domingo, seguimos descorriendo el visillo para asomarnos al cielo prometido, pero, aun felices y ansiosos por echarnos a la calle, no logramos sentir la plenitud gozosa de los Domingos de Ramos de la infancia. Nos asaltará de nuevo la duda, no en ese día donde apenas hay tiempo para algo más que patear la ciudad y disfrutar de sus nueve cofradías primeras, pero sí cuando, a su conclusión, analicemos la Semana Santa pasada: ¿Por qué nos ocurre esto año tras año? ¿Qué explicación medianamente lógica podríamos encontrarle? No soy ni mucho menos un profundo conocedor de la mente humana y sus vericuetos, pero quizá, como en tantos otros aspectos de nuestra vida cotidiana, simplemente estemos soñando con reencontrar lo que no volverá, ya que su esencia radica en una edad concreta a la que no regresaremos.
Perdida la pureza de la infancia y de la juventud primera, nuestra misión está en buscar la auténtica Semana Santa dentro de la que viviremos Dios mediante a lo largo de los días que se avecinan. Simplemente dejándonos llevar, habrá algunos instantes, algunas imágenes de fuerza sobrecogedora, que nos harán experimentar sensaciones tan gozosas o más que aquellas perdidas. Ocurrió en la tarde, casi noche ya, del Jueves Santo de 2010; tras cinco años como costalero de la primera trabajadera de su palio, quise reencontrarme como espectador con la incomparable Victoria de las Cigarreras; el marco elegido fue la plaza de la Contratación. Apenas habíamos logrado hacernos un hueco en la acera, llegó la Virgen, regia y majestuosa, atravesando entre naranjos camino de la calle San Gregorio; a los sones de dos de las más clásicas y elegantes marchas sevillanas, humedeció mis ojos con su sola presencia. Durante los instantes en que caminé junto a su palio fui incapaz de articular palabra; una mano que no precisa de aquellas para saber qué siento agarraba fuerte la mía. Después de muchas vivencias, no por esperadas y hermosas menos rutinarias, la magia de estos días idílicos me acababa de sorprender… Solo la Esperanza, quién si no, extraordinariamente bella mientras el sol besaba su rostro al darle cara a Omnium Sanctorum una ya lejana mañana de Viernes Santo, había provocado en mí aquella reacción incontrolable que en esta anochecida del Jueves volvería a aparecer.
El paso se alejó buscando la Puerta de Jerez. Fue entonces cuando encontré a un amigo, hermano de las Tres Caídas de San Isidoro para más señas, que acertó a darme la definición más perfecta que de lo que acabábamos de ver podría expresarse: “Esto es la Semana Santa”. Toda una sentencia. Desde aquel día en que la dulce Virgen Cigarrera me anudó la garganta e hizo brillar mis ojos contemplándola temo menos a la ilusión perdida de la infancia. Sé que a lo largo de esas siete jornadas donde cabe una vida siempre surgirá ese instante único y preciso. Pasados doce meses, jamás regresará como tal, pero cuando la luz se prolongue cada tarde de marzo lo seguiremos esperando como el niño que fuimos.

(Artículo publicado en la revista Sevilla Cofradiera).

7 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Precioso artículo que muestra a las claras los sentimientos cofrades que muchos se pierden.
Saludos y que tengas una magnífica Semana Santa.

Zapateiro dijo...

Yo, en cambio Enrique, sí creo que es posible ilusionarse como antaño cada día de esta semana que contamos al revés. La respuesta está en la inocencia, esa que se tiene innata cuando somos niños y nos hace recordar lo que amamos con una pureza que parece imposible de recuperar. Y esa inocencia innata no vuelve ya pero sí podemos aproximarnos a ella. La clave está en alejarse del ruido, de ese ruido que muchos se empeñan en alimentar con color morado, de buscar dentro de uno mismo en soledad y analizar qué podemos mejorar, de salir al encuentro de lo que nos llena sin ningún tipo de prejuicio. Lo demás, dejarse llevar y gozar.

Te deseo una magnífica Semana Santa.

José Manuel León Gómez dijo...

He abierto un nuevo blog, al que os invito y enlazo al mismo tiempo: http://estampas-cofrades.blogspot.com.es
Espero que os guste y seria un orgullo para mi que me enlazaras entre tus amigos. Gracias.

Porveni dijo...

Me siento muy identificado igual que con otros muchos artículos, la esencia de la semana santa es esperar ese momento único, que sabes que no volverás a vivir aunque lo intentes el en mismo sitio y hora. Son momentos muy intensos, quizás segundos que provocan que al año siguiente tengamos la misma ilusión y ganas de volvernos a encontrar con la semana más grande que pueda haber.

PEPE LASALA dijo...

Sí señor, esa es la auténtica Semana Santa Enrique. Espero que hayas pasado una buena Semana Mayor amigo. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

PEPE LASALA dijo...

Hola de nuevo Enrique, en el blog de la Tertulia estamos de celebración. Pásate un ratito, estás invitado, será un placer para nosotros. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

Enrique Barrero dijo...

Digo yo, tocayo, que el próximo 9 de mayo podríamos repetir el grato encuentro del pasado año, ahora que clausurado tu blogg tengo que seguirte en otras publicaciones ocasionales que caen al azar en mis manos. Un cordial abrazo.