
"¿Qué dulce sangre mana de tu herida?
¿Qué plenitud severa en ti me apena?
¿Qué locura de amor tu sueño llena?
¿Qué cadencia en ti mora adormecida?
¡Qué suprema lección la recibida!
¡Qué caricia tan viva en muerte plena!
¿Qué Postigo de luz, en cal y arena,
enmarcara tu efigie engrandecida?
¡Qué perfecta y preciada tu escultura!
¡Qué suave caída en tu pendiente!
¡Qué leve rigidez en tu estructura!
¡Qué bendito milagro poder verte
y observar tu perfecta arquitectura,
mientras sueñas tu eterna Buena Muerte!"
2 comentarios:
Enrique al leer estos versos tuyo, viene a mi memoria El Pregón de Semana Santa que hiciste, cuando aún era un crio pequeñito, que era un señor Pregón.
Como he comentado alguna vez, por ahí anda, tanto el texto escrito a mano con mil borrones como un par de cintas con su grabación. Las tengo que buscar.
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