26 noviembre 2008

La Estrella Sublime


Porque siempre fuiste mi gran debilidad, proclamada a los cuatro vientos.
Porque con esto te pagamos en parte tantos años llenando de azul y plata sevillanía los Domingos de Ramos de nuestra casa.
Porque fuiste tan generosa que, en el título de la marcha entre tus marchas, quisiste hacer un guiño a la más fina Alfarera de Triana, Aquella que cautiva a mi madre y a mi hermano.
Porque tu Estrella Sublime siempre será para mí "Estrella Sublín", como la nombraba una y otra vez cuando apenas levantaba dos palmos del suelo, pese a la insistencia del hoy pregonero en corregirme.
Porque estamos seguros de que don Juan Moya y su hijo Juan sentirán un pellizco al escucharla, desde ese palco del cielo en el que el 29 de marzo no va a caber tanta gente buena como se va a reunir, en torno a un pescao con mucho tinto, a disfrutar del Pregón de mi padre.
Por todo esto y mucho más, en el Maestranza este año sonará tu marcha, que representa como pocas la alegría del día soñado en que te contemplamos en la calle y del cual, lo que ahora se fragua entre estas paredes desde las que escribo, es mero anuncio gozoso.
Hágase el silencio y arranquen las notas que Farfán dedicara a la Virgen de la Hiniesta, "esa Estrella Sublime...".

10 noviembre 2008

Pregonero de Sevilla (la crónica que no saldrá en ningún medio)


No sé qué hora sería exactamente, creo que en torno a las ocho. En la tele un partido, el Córdoba-Celta. Mis padres en el salón, cada uno en su sillón habitual. Mi hermano en el ordenador, haciendo un trabajo y actualizando Pasión en Sevilla continuamente para ver si publicaban ya quién era el pregonero. Yo en mi cuarto, hablando por el móvil. Todo transcurría de forma parecida a la tarde de cualquier sábado en casa. Ni siquiera había escuchado sonar el teléfono de mi padre, lo primero que oigo en la lejanía son sus palabras: "Adolfo, buenas tardes". Creo que si me hubieran llamado a mí no se me hubiera acelerado tanto el corazón. Cuelgo y me voy para el salón.
Previamente, nada más descolgar el teléfono, el secretario del Consejo había saludado al pregonero: "Enrique, soy Manolo Nieto, te puedes imaginar para que te llamo..., te paso con el presidente". Fue entonces el: "Adolfo, buenas tardes" que me sorprendió mientras yo hablaba en mi cuarto... Cuando llego al salón escucho a mi padre decir: "no me digas eso..." y acto seguido "por supuesto que sí", supuse que estaba aceptando el nombramiento. Mientras, Adolfo Arenas le recuerda que tiene muchos buenos amigos en el Consejo, entre ellos él y le comunica que, para evitarle el follón a su mujer, le dan la opción de una rueda de prensa en la propia institución; mi madre no se imagina lo segundo y su cara es un poema, pensando en cómo iba a poder organizar una copa para tanta gente en un tiempo record, sin por supuesto tener nada comprado.
El hombre que pregonará la próxima Semana Santa sigue hablando con el presidente, que le vuelve a pasar con Manolo Nieto para concretar algunos aspectos. Se ha ido hasta mi cuarto, que se había quedado encendido. Fue allí donde al colgar se produce el abrazo, primero el mío, después el de los tres en forma de piña. Al pregonero se le saltan las lágrimas porque se acuerda de sus padres, que no lo van a vivir, ellos hubieran disfrutado esto como nadie.
Pues nada, a correr se ha dicho; hay que ducharse, vestirse e irse para la calle San Gregorio. Parece que el teléfono de momento lo va a permitir. Pero nada más lejos de la realidad. Llama Manolo Nieto de nuevo para decir que ya lo saben el cardenal y el alcalde; la noticia se hace pública. Llama el cardenal, llama el alcalde, llama Joaquín Moeckel, llama Manolo Villanueva, llama media familia, llama la otra media, llaman mil amigos, mil cofrades amigos, periodistas... Cinco teléfonos -un fijo y cuatro móviles- para cuatro personas. Como mi padre no deja de comunicar, el mío no para, se juntan las llamadas de mis amigos con las de los que lo buscan a él, entre ellas la de Isa Serrato, la nueva pregonera universitaria, que quiere felicitar a quien fue el primero en ocupar dicho atril.
No sé cómo, logramos salir de casa sobre las nueve. Camino del Consejo los teléfonos siguen echando humo. Cuando doblamos la esquina de la plaza de la Contratación empiezan las flashes. ¡Dios mío, qué vergüenza! Ni que decir tiene que después del primero me echo a un lado. Hay algunos consejeros -no diré cuales, ya que las cofradías, pese a que ciertos señores lo pretendan, no son la prensa rosa- que están con las lágrimas saltadas mientras se abrazan a mi padre. Ellos y muchos de los que formaron parte de anteriores juntas superiores han luchado lo indecible para que este costalero, prestigioso abogado y hombre sobradamente experimentado en los atriles llegase a la tribuna más alta de la ciudad. Todo lo que pasó después lo habréis visto en los periódicos y las webs cofrades, así que no tiene sentido contarlo en esta crónica puramente personal.
Tras la rueda de prensa, la noche fue muy larga, pero eso que lo narren quienes lo vivieron junto a nosotros, que dicho sea de paso fueron muchos y muy queridos.
De vuelta a la rutina diaria, ya sólo queda vivir todo con intensidad y en el caso del pregonero, además, trabajar en un texto que si Dios quiere va a sorprender a algunos, mientras otros muchos disfrutamos de lo que sabemos a ciencia cierta será un éxito y llevamos tanto tiempo soñando.
La cita, el próximo Domingo de Pasión: 29 de marzo. Que no le falte vuestro aliento, aunque no sé ni para qué os lo digo, porque no me cabe la menor duda.

03 noviembre 2008

Adrián Gómez: un torero


Para quienes no anden muy puestos en materia taurina, comenzaré diciendo que Adrián Gómez es ese banderillero, habitual tercero de la cuadrilla del Fundi, al que la voltereta de un novillo, en Torrejón de Ardoz hace unos meses, ha dejado tetrapléjico de por vida.
Hace ya una semana que escuché como Manolo Molés le entrevistaba en su programa nocturno-dominical de la Cadena Ser y aún continúo sobrecogido por su entereza y por su forma de enfocar la auténtica tragedia que constituye que un hombre joven, felizmente casado y padre de un niño, se quede sentado en una silla de ruedas el resto de su existencia.
No conocía a Adrián, pero en los días posteriores a la grave cogida supe, por la prensa y las webs de toros que habitualmente visito, que su vida, como la de tantos en este mundo, no había sido fácil. Además de haber sufrido un par de accidentes laborales ajenos a su actual profesión, había recorrido muchas de esas plazas madrileñas del llamado valle del terror, donde se curten los toreros valientes y se aprende la dureza del toro ante corridas que asustan al miedo. Ahora le había llegado una buena colocación, junto al Fundi, que además de un gran torero es su amigo. Con él hubiese recorrido las principales ferias, en las que el veterano matador de Fuenlabrada por fin ha tenido la oportunidad de alternar corridas de las denominadas duras -las cuales lleva toda su carrera matando y a las que nunca debe renunciar- con otras de ganaderías comerciales, de esas que tanto gustan a las figuras que pueden permitirse andar con exigencias.
Adrián comenzaba a disfrutar los frutos de su esfuerzo: del ajetreo viajero de torear día tras día; de los buenos hoteles en las grandes ciudades, donde se ubican las tertulias taurinas más exquisitas y expertas; de las ovaciones cerradas de los públicos llenos de aficionados de verdad... Todo parecía un sueño hasta que un novillo de Antonio San Román se cruzó en su camino, en una tarde en la que, puntualmente, actuaba a las órdenes de Miguel Luque. Hizo hilo con él y lo volteó dejándole inerte sobre el albero, para mandarlo pocos días después al hospital de tetrapléjicos de Toledo en el que continúa.
La otra noche habló por vez primera y después de escucharle a muchos nos costó un mundo conciliar el sueño. Lo más parecido a una queja que manifestó fue que siente impotencia al ver que ya no puede jugar con su niño pequeño. Todo lo demás fueron agradecimientos hacia sus compañeros y hacia todos aquellos que se preocupan y cuidan de él. Palabras salidas del corazón, como las que dedica a una profesión que siempre amará y considerará la más hermosa de las posibles, pese a que formando parte de ella se corre el riesgo de pasar en un segundo de la gloria al abismo.
Terminó la entrevista y desde Manolo Molés al último de los oyentes, todos quedamos con un nudo en la garganta. Emocionados, qué duda cabe, pero también dando gracias a Dios por tantas cosas y cuestionándonos otras muchas, entre ellas qué respeto merecen cuatro impresentables con pancartas y pinta de no haber visto una ducha en meses, que saltan al ruedo a mitad de un espectáculo a llamar asesinos a hombres que, como éste, están hechos de una pasta especial.
Mucha suerte, torero. Gracias por la lección de la otra noche.