12 diciembre 2006

Memoria de los patios del Rectorado

Desde que era niño y correteaba por el vestíbulo del Rectorado los Domingos por la mañana, durante las estancias de mi padre (secretario por aquellos entonces) en la casa de hermandad de los Estudiantes, siempre llamaron mi atención los patios contiguos del edificio principal de la Hispalense.
Entonces suponían un mundo aún muy lejano para mí, el de la Universidad, aquello que uno terminaba por alcanzar cuando se acababan el colegio, con sus diarios partidos de fútbol y sus deberes, y unos años en los que la cosa se pone algo más complicada, tanto que en cuanto te escantillas varias voces te lanzan el dardito de que así no se llega a selectividad, un examen muy largo, con más nombre que otra historia, por el que también hay que pasar para cruzar las rejas de estos patios.
Una vez dentro, comprobé que aquello que con tanto misterio miraba en mi niñez no tenía nada de especial arquitectónicamente. Un reloj el primero, amen de la recién incorporada estatua del fundador Maese Rodrigo de Santaella y una graciosa fuente en su centro el segundo.
Lo más curioso de estos patios es lo que sentimentalmente llegan a suponer en la vida de un estudiante. Dos espacios abiertos que, como muchos otros de tantísimos centros docentes, tanto saben de alegrías y de desdichas, de lágrimas de impotencia y de felicidad desbordada.
Patios del Rectorado que hasta vestido de negro ruán he atravesado en alguna ocasión; patios de frío invernal; de lluvia con el agua cayendo a chorros por las bocas de desague; de sol de primavera, cuando la biblioteca (no digo ya las clases) es obligatoriamente sustituible por la tertulia cofradiera esquivando palomas asesinas, junto a aquellos amigos que en ellos mismos nos fuimos conociendo y con los que terminé teniendo mayor confianza y afinidad que con los de la propia facultad.
Ahora que la edad y los años de estancia empiezan a apretar y hacer que uno apriete, voy teniendo ganas de abandonar esas largas campanadas, el sonido del agua en la fuente cantarina del patio de Arte, el ajetreo de los pasillos de Filología..., voy teniendo ganas de cambiar de aires, pero sin duda sé que, como muchos me dicen, añoraré bien pronto todo aquello.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tertulias las formadas en esos patios, Mi estimado Pregonero nos conocimos en los arrabal Trianero pero no hubiese sido impensable que hubiese sucedido en aquellas Atrios universitarios por nuestra estudiantil coincidencia en la Biblioteca. Cada dia me agrada mas la lectura de su Blog.

Por cierto Costalero enmascarado espero verle pronto a poder ser con su compadre y con el Sr. Henares, para poder decirle... que se compre un diccionario que prentende entrar en Monserrat y aun no sabe excribir "Conversion"

Anónimo dijo...

Para abogados, filólogos e historiadores gratos recuerdos nos trae el rectorado y zonas adyacentes...y otros no tanto, sobre todo a la hora de ver en los tablones las temidas notas de un examen. Yo, que hace 6 años que acabé la carrera lo echo de menos, pues conocía allí a buenos amigos que a día de hoy perdura, y cada vez que voy allí, no evito recordar viejos momentos, unos amenos, otros no tanto...pero que se quedan en la retina para siempre

Enrique Henares dijo...

Un placer contar con su lectura señor egosum.
De este niño desde luego no hacemos carrera, jeje!!
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Que bien describes esos momentos, heos echao unos buenos debates intentando evadir la biblioteca con frecuencia, jeje...Espero que tengas suerte y dentro de poco empieces a añorar esa antigua fabrica e tabaco jaja

un fuerte abrazo

CONVERTIR es con "V" jujuju

Reyes dijo...

No he sido universitaria, pero si he estado alguna vez en ella, y lo que más me gusta es la sensación de respirar historia por todos los rincones.

Finidiblanco dijo...

Yo me quedo con el llamado Patio de Andalucía de mi facultad, hablando de todo un poco con mis amigos y con las "fresquitas" (como diría aquel) que inundaban nuestras aulas

Enrique Henares dijo...

Los tres patios de Magisterio (el de Andalucía y los dos gemelos que hay en el interior) también permanecen en mis primeros recuerdos de universitario. Tuve una novia que estudiaba allí y me terminé conociendo aquella facultad, años más tarde la de mi hermano, como la mía propia.

Anónimo dijo...

Sin discusión alguna, esa fuente ha sido durante muchos años punto de encuentro de cofrades. Con la frase "te doy un toque al móvil y nos vemos en La Fuente", o bien "vamos a La Fuente a ver si Manolo está ahí, que este no va a clase", hemos tenido la excusa perfecta para no entrar en esa asignatura que tan pesada se nos hacía, cambiando una o dos horas de pesadas diatribas del profesor por una alegre y entretenida conversación entre amigos sobre cofradías y pasos al amparo de ese sol matinal que tan bien sienta.

También yo tengo ganas de alzar el vuelo de la Facultad e intentar abrir nuevos horizontes en mi vida; quizá por ello, y aun estando todavía aquí, ya la estoy empezando a añorar. Siento con nostalgia que cada hoja que vuela del calendario nos separa de esas interminables charlas. Sin embargo, lo duradero de la amistad nos permite cambiar el escenario y mantener la esencia. Y sin algún día nos encontramos especialmente melancólicos, siempre podremos cruzar la calle San Fernando y volver a tocar nuestros recuerdos universitarios al rozar la fria piedra de La Fuente...

Enrique Henares dijo...

Qué bien escribe usted amigo!! Pero vaya como deja a su compadre con eso de: vamos a la fuente que allí estará Manolo, jeje!!
Un abrazo muy fuerte y ahora más que nunca un placer volver a verlo por aquí.