
No cabe duda que voy para mayor. La siguiente opinión -que, dicho sea de paso, lanzo desde el respeto que me merece toda hermandad y la soberana decisión de su cabildo de hermanos- es fruto de la reflexión realizada en la tarde-noche del pasado sábado, mientras me afeitaba escuchando el derby madrileño en la radio.
Desde el mediodía, ya anduve al tanto de las noticias llegadas desde la iglesia de Santiago, de donde a primera hora de la mañana debía haber salido el Señor de la Redención camino de la Misericordia, el templo donde fue bendecido y desde el cual realizó su primera Estación de Penitencia. La lluvia frustraba una vez más una salida procesional (vaya añito cofrade-taurino), pero la junta de gobierno del Beso de Judas no se resistía a poner el paso (de la Sed) en la calle si la tarde abría. Así fue, aunque bastante más tarde de lo que tenía previsto haberlo hecho desde la Misericordia. Serían las nueve y media cuando, desde el cuarto de baño, escuché los tambores de la Agrupación Musical de la Hermandad. Fue entonces cuando, reflexionando, me pregunté a mí mismo cuál era la necesidad de sacar una procesión, sin tratarse ya de un traslado de vuelta a casa tras una misa conmemorativa.
No os imagináis, al menos quienes no me conocéis personalmente, lo "fatiga" de cofradías que he llegado a ser desde los 16-17 años hasta hace bien poco. He visto todas las procesiones de gloria imaginables, por lejanos que fueran sus barrios y en el extraño caso de que hubiese una salida de carácter extraordinario, allí estaba el primero para disfrutar de la misma. Mientras, quienes me enseñaron a amar nuestra Gran Fiesta, me recordaban que las cofradías salen en Semana Santa, hecho en el que radica gran parte de su encanto y que para matar el gusanillo hay durante una época del año buenos pasos de gloria de esos que gustan ver los sevillanos profundos, como el que sale el próximo Domingo de la Macarena. Ni que decir tiene que no comprendía como alguien que se autodenomina cofrade podía pensar así...
Ha pasado el tiempo y el abuso de pasos en la calle me ha hecho empezar a ver las cosas de ese modo. Lo respeto, pero no entiendo porque hay que sacar una imagen en procesión porque cumpla cincuenta años y mucho menos dos dolorosas por un simple hermanamiento.
Al salir de casa, un inmenso tapón se deshacía desde la plaza de Pilatos hasta la zona de la Alfalfa. Mientras, los bares del entorno se encontraban repletos de cofrades variopintos (recordemos que la de Santiago es la Hermandad de moda según algunos). No pude ver al Señor porque se había marchado Águilas arriba y, como siempre, iba con prisas; pero el caso -por eso os decía que me estoy haciendo viejo- es que tampoco me importó en demasía.
El Beso de Judas sale de verdad el Lunes Santo, cuando al afeitarme tengo de fondo el Llamador de Canal Sur en vez del fútbol; y porque sale ese día y no otro, siento los nervios en el estómago al escuchar que su paso de Cristo va ya por San Pedro y veo que, con mi habitual lentitud al arreglarme, no me va a dar tiempo de cogerlo pronto con idea de disfrutarlo un rato antes de la vuelta de Orfila, que es donde lo dejamos antes de buscar Santa Genoveva. Eso, amigos, sólo se siente si es Semana Santa.