14 abril 2010

Mis momentos mágicos


-La cofradía de San Roque –en especial su Virgen de Gracia y Esperanza- recién salida, envuelta en el ambiente popular de las primeras horas de la tarde del Domingo de Ramos. Inolvidables los momentos vividos en la delantera del palio, disfrutando y alentando a través de los respiraderos la forma de andar de su cuadrilla, elegante pero con gracia, como corresponde a un paso de ese corte. Que tomen nota algunos. Las vías para los trenes.
-El regreso a casa de las Penas, a través de un recorrido inusual, en la accidentada noche del Lunes Santo. Tras tres años consecutivos viéndola desde fuera disfruté más que nunca de mi hermandad en la calle. Entre los naranjos de Cardenal Cisneros, caminando junto a la Virgen de los Dolores (tan ligada a mis recuerdos y mis devociones), volví a sentir, tras mucho tiempo sin hacerlo, ese pellizco que hace casi tres lustros me llevó a San Vicente. Para colmo, lo viví junto a mi hermano, con quien tan pocos pasos suelo ver a lo largo de la Semana pese a nuestra común afición por los mismos.
-Una vez más, el regreso por la antigua calle Oriente de la cofradía de San Benito. Sin duda no ha sido el año en que más he disfrutado del primero de sus pasos; pero allí, sin avisarnos previamente, volvimos a reencontrarnos numerosos amigos que sólo coincidimos durante la Semana Santa en esas últimas horas de la noche del Martes Santo y en ese punto exacto.
-El contraste entre mis dos cofradías favoritas del Miércoles Santo, jornada que disfruté más que otros años. San Bernardo a la ida, en esta ocasión –gracias a mi pereza por salir a buscarla, como siempre, en la bajada del puente- por la Alfalfa, con su crucificado abrazando el sol de la tarde meridiana de la Semana Santa. Horas más tarde, el Cristo de Burgos de regreso por su plaza, algo que pese a haberlo contemplado mil veces no me perdería salvo causa de fuerza mayor: silencio, recogimiento, las marchas fúnebres de siempre y una dolorosa que mientras más la miro más me cautiva.
-La Virgen de la Victoria de las Cigarreras, que me hizo vivir los instantes más inolvidables de esta Semana Santa tras cinco años bajo su palio. La busqué por donde más la disfruté como costalero: Miguel de Mañara, Contratación, San Gregorio... No soy propenso a exteriorizar este tipo de emociones, pero durante el largo rato en que la estuve contemplando se me humedecieron los ojos y un nudo en la garganta me impedía hablar y acercarme a saludar a mis capataces y mis compañeros. La mano que agarraba fuerte la mía lo sabe mejor que nadie...
-La cofradía de la Exaltación –vulgo los Caballos- con cuyo reencuentro soñé durante toda la Cuaresma. Aún más completa de lo que la recordaba en mis últimos Jueves Santos como espectador. Impresionante su popular misterio y con un paso palio –tristemente desconocido por muchos cofrades- cuya sevillanía atrapa y hace olvidar el reloj y los planes horarios.
-La Esperanza, saludada por el sol a su llegada al Espíritu Santo; sonriendo por segundos en alguno de sus mil perfiles; venciendo mi cansancio y mis malos humores del Viernes por la mañana; permitiéndome que la persiguiera por San Juan de la Palma, como un niño lo hace con su madre, hasta sentir la primera gran nostalgia, perdida la trasera de su palio en la embocadura de Feria...
-El Viernes Santo al completo, con permiso del Domingo y el Jueves, el día más hermoso de la Semana Santa. Desde la anochecida azul de la Carretería por Temprado, a la luz y el verdor de la Soledad por la Plaza Nueva; desde la Triana elegante y atemporal del Cachorro y la O, al espectáculo sobrecogedor de la cofradía de las Tres Caídas de San Isidoro regresando por Francos, con nazarenos que te miran misteriosos tras el antifaz e incluso reverencian ante el buen amigo que contempla el paso del cortejo; desde la Semana Santa más auténtica en el retorno de Montserrat por Castelar-Molviedro a los sones bellísimos de Margot, al transitar fantasmagórico de la Mortaja por la noche oscura de Doña María Coronel...
-El mejor final posible bajo el paso de la Piedad de los Servitas, que una vez más hizo superar todas mis dudas y volvió a hacerme sentir costalero. Me consta que no paso de peón cumplidor y no me disloca este mundo del costal hasta el punto en que lo hace con tantos buenos amigos, pero sé a ciencia cierta que recoger los relevos y hacerse la ropa, cada mediodía de Sábado Santo, en el patio del colegio de Santa Isabel rodeado de los mejores es un privilegio que tengo la suerte de vivir. Nunca me cansaré de agradecérselo a quienes me dieron esa oportunidad.

9 comentarios:

Enrique Henares dijo...

Antes de que los feriantes se centren en otros menesteres (como ya andamos centrados los taurinos), os dejo estas sensaciones sobre mi Semana Santa, escritas desde los inicios de la Semana de Pascua, pero que un spam -se escribirá así, digo yo- que empitonó de forma fea a mi pc no me ha dejado publicar hasta ahora.

Abrazos.

La gata Roma dijo...

Muchas coincidencias.. la primera esta entrada en sí, ya entenderás porqué…
Y yo también soy asidua al Cristo de Burgos en San Pedro, pero este año cambié mi situación por la de Sales y Ferré, no es que me fuera muy lejos… Y también estaba en Doña María Coronel viendo La Mortaja, sabes que compartimos el amor incondicional por la jornada del Viernes, y por los andares costaleros sin estridencias…
Que gran semana hemos pasado amigo, aunque no nos encontráramos más tras el Domingo.

Kisses a repartir

Zapateiro dijo...

Mira que el Domingo de Ramos es un día espléndido lleno de cosas bellas, pero si me tuviera que decantar por tres días que comprendieran mis momentos mágicos de la semana, sin dudarlo, diría que son el Lunes, el Jueves y el Viernes Santo.

Supongo que cuando la pasantía pase a la historia y mi cartera lo note seremos hermanos en Cristo porque siempre tuve una vinculación especial con tu hermandad de las Penas y mi objetivo es materializarla haciéndome hermana.

Además de esa coincidencia, me sumo al reencuentro y redescubrimiento de la Exaltación. He de reconocer que me dejó prendada literalmente.

Mi manía de ver ciertas cofradías en calles estrechas me llevó a convencer a mis magníficos acompañantes en la tarde del Miércoles Santo para que nos adentráramos en Sales y Ferré al paso del Cristo de Burgos y creo que la decisión fue acertada por belleza y por anécdotas inolvidables que nos harán reirnos de por vida, si no que le pregunten a la gata.

Qué pena que haya que hablar de feria...

Un saludo.

del porvenir dijo...

Pues yo te vi embobado...

Enrique Henares dijo...

Jajaja!! Hay ciertas cosas, muchas de ellas el Domingo de Ramos, que son innegociables, la de la Paz atardeciendo es una de ellas.

Zapateiro, se espera tu solicitud a partir de ahora.

naranjito dijo...

Yo descubrí el año pasado el misterio de las Siete Palabras por Alemanes, Hernando Colón, Plaza Nueva y Tetuán. Sí, ¿qué pasa? todos tenemos nuestros arranques exóticos :-P.

Calleferia dijo...

Pués yo coincido con Cera blanca al cuadril, a la vejez estoy descubriendo a las Siete Palabras. . . sabor antiguo, sin gente que no debe estar, rápida de ver, sabor de Miércoles Santos que se fueron.
¡Quién me lo iba a decir a mi!

Un abrazo.

Enrique Henares dijo...

Qué duda cabe que ese paso de misterio tiene un sabor tremendo.

A mí cada día me disloca más lo de ver cofradías con poco público. Por ejemplo, desde que descubrí los Javieres de vuelta por Palacios Malaver espero su cruz de guía puntual en Vizcaíno -cervecita en mano por supuesto- para incorporarme al transitar por dicha calle a la llegada del Cristo. Este año, quizá por tanto repetirlo por parte de los que allí acudiamos, había bastante más gente.

Manolo Ruiz. dijo...

Bien Henarito bien! nos seguiremos viendoen la Calzá los Martes Santo previo cumlimiento en la calle Feria con el Cristo de las Almas!