11 marzo 2008

"No la toquéis más, que así es la rosa"


Suele ser a esa hora en que, una inexplicable sensación, una luz exclusiva y personalísima, un indeterminado aire de melancolía y una brisa serena y tibiamente fresca, nos invaden el alma y los recuerdos, copados por tantas emociones vividas en tan escaso espacio temporal.
Suele ser a esa hora en que por vez primera, sentimos verdadera conciencia de que lo que tanto anhelábamos se nos empieza a ir muy lentamente, tan lentamente como habrá amanecido este Viernes entre negros capirotes por el viejo Compás de la Laguna, por la estrechez de la antigua calle Capuchinas, cortada de manera sorpresiva por la larga zancada del Señor que todo lo puede, o por un Arenal de blancas capas, humo de calentitos y serrín de tabernas.
Suele ser a esa hora en que la calle que sabe a la ciudad de siempre, la eterna calle Feria, recibe los primeros nazarenos de antifaces morados que anteceden el paso de la Sentencia de Cristo. Suena toda la trompetería de la Centuria por la estrechez cercana a Montesión, mientras San Juan de la Palma se inunda de verdes capirotes de Esperanza...
Es ese mágico instante y ningún otro, aquel que constituye el punto de inflexión. Tras seis jornadas continuadas de pasos en la calle, se está fraguando en las hogueras de la milagrosa primavera sevillana el nacimiento de la más auténtica tarde de Semana Santa que tiene la ciudad, la tarde del Viernes Santo, tocada por un halo de fina sensibilidad que la hace diferente al resto, tan diferente como para que el tiempo no haya incrementado sus cofradías, sino todo lo contrario. Hoy son siete las que integran su nómina y todas ellas se conjugan en perfecta armonía para dotar al día de ese encanto especial que tan sólo los buenos cofrades saben paladear.
En mi opinión dos son los elementos principales que hacen del Viernes Santo una jornada única. El primero es su luz; obviando las adversas circunstancias meteorológicas que siempre le caracterizaron, ¿no se han fijado nunca en lo distinta que es la luz del Viernes Santo? Desde niños nos llama la atención y ya hoy, adultos y con bastantes Semanas Santas encima, nos sigue sorprendiendo. ¿Cómo es posible que sea tan diferente, no sólo a la que conformaron los mil rayos de sol ilusionados del aún cercano Domingo de Ramos, sino a la que sólo horas antes bañó al palio de la Virgen de la Victoria cuando, por la calle Temprado, buscaba su camino catedralicio? La luz, como decíamos, arrancó lentamente, buscando sorprender al Gran Poder, de vuelta a San Lorenzo; la mañana de barrio la fue perfilando y en los primeros compases de la tarde se adornará de nubes cenicientas allá por los confines de Triana. Será entonces la hora en que el Cachorro la busque entre las azoteas de la calle Castilla y en que la cofradía de la Carretería la atrape con las garras de bronce de su paso de misterio por capricho de un azul Arenal que hoy es de terciopelo. Luz de la tarde joven y fresca, jugando a fotografiar a la Soledad de San Buenaventura por entre la arboleda de la Plaza Nueva, recién salida de su convento franciscano. Luz ocre, casi de primavera que se escapa, escondiéndose tras la espadaña de la Magdalena, pero aún pretendiendo robar protagonismo al palio de la Virgen de la O, cuando se adentra por la calle Rioja, camino de la Campana.
La luz, o mejor dicho, las luces del Viernes Santo, como aspecto fundamental de nuestra forma de apreciar la tarde en que murió el Señor, pero sin duda, no el único que nos hace sentirla en plenitud. Y es que hay un segundo elemento, indisoluble a este público medido y exquisito de las postrimerías de la Semana Santa, que no es otro que su común estado físico y anímico. Cuerpos cansados de la larga noche o el temprano despertar para buscar a las cofradías de la Madrugada en el retorno a sus barrios, vuelta a la más tierna infancia en que la tarde del Viernes Santo comenzábamos a barruntar la tristeza que en la noche del Sábado incluso desbordábamos en lágrimas sueltas a escondidas... Todo un cúmulo de circunstancias que hacen que, en la noche cerrada, nos guste disfrutar a pie parado de los cortejos de San Isidoro o la Mortaja, cuando regresan a sus templos, reflejando sus nazarenos en los escaparates apagados de los comercios de Francos, mientras los ojos de los mismos, encantadoramente misteriosos, parecen no querer perder detalle de lo que los rodea. Silencio antiguo y hermosísimo el de esta calle Francos en la noche del Viernes, tan sólo roto por el sonido de la levantá rotunda del palio de Loreto, por la campana del muñidor que se aleja, buscando recuperar la fragancia de los naranjos de Doña María Coronel, o por el crujido de siglos del canasto del paso del Señor Descendido.
Como verán, motivos y vivencias nos sobran a todos los cofrades para entender el Viernes Santo como ese día distinto a los demás. Recién incorporadas dos nuevas hermandades al conjunto de las que realizan su Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral y presumiendo que serán varias más las que deseen sumarse, pienso que, pese a parecer un día propicio por su más tardío arranque, la posible adaptación horaria de los Oficios y su menor número de cofradías respecto a otras jornadas, en el caso del Viernes Santo podemos y debemos parafrasear a Juan Ramón con aquello de “no la toquéis más, que así es la rosa”. De lo contrario puede que estemos alterando el último vestigio que nos queda de la Semana Santa más romántica, esa que en esta noche cabe en instantes tan atemporales y hermosos como la vuelta Doña Guiomar-Zaragoza del paso de palio de Montserrat a los sones incomparables de Soleá dame la mano.

17 comentarios:

Enrique Henares dijo...

Ruego disculpéis mi larga ausencia, pero el ajetreo propio de estas fechas, unido al cierre del especial de Semana Santa de Casco Antiguo, que este año dirijo, me han puesto complicado actualizar el blog.
Aprovecho por tanto para dejaros este artículo sobre la peculiaridad de la tarde del Viernes Santo que he publicado en la revista cuaresmal "Sevilla Cofradiera" que, desde hace cuatro años, dirige Santiago Arenado.
Espero sea de vuestro agrado. Feliz Semana Santa a todos.

Pd: la fotofrafía muestra al Cachorro por el Puente, con hachones. Es del año 1927.

el aguaó dijo...

¿Que sea de nuestro agrado? Amigo Enrique: debes ser pregonero. No me cabe duda. Me has emocionado. Como decía el querido y grande don José Antonio Garmendia: Solía comentar (Jesús Oropesa), cuando salía la conversación: "Un pregón que no hace llorar, ni es pregón ni es ná". Estoy totalmente de acuerdo. Por eso, amigo Enrique, eres y serás nuestro Pregonero.

El texto es increíble. Magnífico, bello y sutil. Y cargado de verdad. Parece que me leas el pensamiento. Para mí, quizás por muchos factores, la Semana Santa empieza a terminarse cuando la Esperanza Macarena enfila la puerta. Cuando la Esperanza de Triana amaga con entrar y vuelve a pisar Pureza. Cuando un Nazareno Gitano vuelve con los labios moraos a la calle Verónica. Cuando se escucha El Silencio en San Antonio Abad. Cuando los vencejos recorren la Magdalena y El Calvario se despide de la calle. Cuando llego a la Basílica. Cuando veo al Señor de Sevilla y Su Bendita Madre del Mayor Dolor y Traspaso vestido de negro, con un cinturón de esparto y el capirote en la mano. Cuando salgo y regreso por el camino más corto. Entonces, sólo entonces, es cuando me doy cuenta que está amaneciendo. Que la luz es distina. Que ha comenzado el principio del fin.

Y al caer la tarde, compruebo que todo es diferente. Que el Viernes Santo es diferente. Que su día viene cargado de Romanticismo y melancolía. Todo es recogimiento.

Enhorabuena por el texto. Genial amigo Enrique.

Un fuerte abrazo.

P.D. Se te ha echado de menos, pero tu ausencia es totalmente comprensible.

orfila dijo...

Ausencia disculpada, señor. El texto la compensa con creces.

No disfruto demasiado del Viernes. La Virgen de la Esperanza me deja "mu tocao" física y psíquicamente. Pero reconozco que es un día distinto. En realidad todos los días son distintos en función de las circunstancias de cada uno.

Un fuerte abrazo.

Alberto Ramírez Jiménez dijo...

El texto que acabo de leer es, y permiteme que te lo diga, de los mejores que he leido en este atril tuyo y nuestro.
Y dejame decirte que has dado en el clavo, has puesto el dedo en la llaga. El Viernes Santo es, después de mi Jueves de Rosario y Sagrarios, el más bello de toda la Semana Santa. Y estoy de acuerdo contigo en que así debe de quedar, que ya no caben más cofradías porque de cofradías anda sobrá. Yo le quito horas a la Madrugá para disfrutar de esta tarde donde el romanticismo todo lo inunda y todo lo alcanza. Y siempre termino conmoviendome ante el palio de la flor de lis de la Virgen de Montserrat.

Saludos y enhorabuena, otra vez, por el texto..... Y feliz Semana Santa

currito dijo...

Muy buen texto pregonero

Anónimo dijo...

Aquí está Pregonero...este es.

Me has hecho ver de nuevo el rayo de luz que entraba por el balcón volviendo mas azul la túnica aun colgada de mi abuelo...aquella luz que iluminaba de manera diferente los genarios de mi abuela...he visto como me alzaban para ver los ojos llorosos de la Luz antes de salir... y lloviera o no, he vuelto a subir a la azotea descalza para abrir el portón de mi niñez.

Muchísimas gracias. Pregonero.

Enrique Henares dijo...

Gracias a ti por hacernos saber que sigues por aquí.
Un beso, María.

Enrique Henares dijo...

Ojalá os conociera personalmente a todos y pudiera guardaros uno, pero al menos os informo de que ya está en la calle el especial de Semana Santa de Casco Antiguo que en este año he tenido el inmenso placer de coordinar. Espero que lo consigáis y que os guste.
Un saludo y a disfrutar de la gloria de Sevilla.

Finidiblanco dijo...

Lo leí en dicha revista, y me gustó muchísimo, felicidades.

Moe de Triana dijo...

Una maravilla de texto amigo, pero precioso, es fantástico asomarse por su atril y ver las cositas que hay.

Un abrasso mú grande y felí Semana Santa miarma.

Juan Antonio González Romano dijo...

Buen día para encontrarme con este blog. Buen pregón, sí señor. Aunque no puedo resistir comentar que la cita de Juan Ramón exacta es "No le toques ya más, que así es la rosa" (ese "le" se refiere al título del texto, "El poema"). Por lo demás, la referencia es acertada: no hay que tocar mucho a la Semana Santa de Sevilla, porque la perfección admite pocos retoques. Os invito a visitar mi blog, en el que esta semana intentaré colgar cosillas de Semana Santa. Hoy hablo, curiosamente, de pregoneros que fueron y no fueron. Un saludo afectuoso.

el aguaó dijo...

Felicitándote por estos días de esplendor, te deseo una Feliz Semana Santa y feliz Estación de Penitencia. Que disfrutes de la Gloria.

Un fuerte abrazo amigo.

Reyes dijo...

que disfrutes pregonero.
Un beso.

Enrique Henares dijo...

Os lo agradezco en este primer ratito de conexión que, por desgracia, me permite la lluvia del Miércoles Santo.

Anónimo dijo...

Ayer viendo la salida de Los Servitas me acordé de ti.

Con la falta que hace ... ¡que pena de agua, en estos dias!

Enrique Henares dijo...

Pues allí debajo andábamos...
No te digo na lo que hubo que correr de vuelta....

Herodes Antipas dijo...

Cómo se puede decir tantas cosas, tan bien y con tata finura y elegancia.
Definitivamente, eres El Pregonero. Muchas gracias por poderte leer y ausencia disculpada.
Por cierto, me alegro hayas realizado tu estación de penitencia aunque hayais tenido que correr al final.
Un abrazo