16 abril 2011

Mis apuntes cofradieros (y V)

"Y cuando ya parezcan que no faltan más días, llegará la víspera del sueño. Ya sí que todo está dispuesto a comenzar. La belleza de esta noche de sábado, para muchos de nosotros desde muy niños una segunda noche de Reyes, es infinita. Los pasos de las hermandades del Domingo de Ramos en sus preparativos florales constituyen el signo inequívoco de que, apenas transcurran unas horas, por fin nos amanecerá la ilusión de todo un año. En San Julián o en El Porvenir, en El Salvador o en Molviedro, en Los Terceros o en la vieja Ronda, y allá por San Jacinto o en aquel San Juan de la Palma en donde todo arrancó, la luna brillará sin cerco y eso significará que todos los ritos están cumplidos, todos menos el más bello: el de asomarnos, recién abiertos los ojos, al primer cielo de la Semana Santa."

06 abril 2011

Mis apuntes cofradieros (IV)

Al presentar estos viejos apuntes cofradieros, ya les anuncié que, ocasionalmente, publicaría alguno de los escasos versos que he escrito a lo largo de mi vida. Rogándoles, una vez más, disculpen el atrevimiento, les dejo este soneto al Cristo de la Buena Muerte de la Universidad. Hace bastantes años que permanecía guardado en el cajón de lo privado, de donde nunca pensé que saldría.

"¿Qué dulce sangre mana de tu herida?
¿Qué plenitud severa en ti me apena?
¿Qué locura de amor tu sueño llena?
¿Qué cadencia en ti mora adormecida?

¡Qué suprema lección la recibida!
¡Qué caricia tan viva en muerte plena!
¿Qué Postigo de luz, en cal y arena,
enmarcara tu efigie engrandecida?

¡Qué perfecta y preciada tu escultura!
¡Qué suave caída en tu pendiente!
¡Qué leve rigidez en tu estructura!

¡Qué bendito milagro poder verte
y observar tu perfecta arquitectura,
mientras sueñas tu eterna Buena Muerte!"

01 abril 2011

Mis apuntes cofradieros (III)

"Siempre anheló aquel nazarenito de Montesión, que antes de la salida repartía caramelos entre los “ratones” de Rafael Franco, con emular a aquellos hombres de ásperas manos encallecidas y frentes despejadas, a los que los mayores llamaban costaleros y que, a la vez que él cubría su rostro con el negro antifaz de terciopelo, se disponían bajo el palio de la Virgen del Rosario.
Apasionado de la Semana Santa en todos sus aspectos y auténtico cristiano, miraba pese a todo más hacia abajo que hacia arriba al ver pasar un paso. Y es que aquel mundo de las trabajaderas le atraía sobremanera, hasta tal punto que cada Domingo de Ramos, catorce o quince años tendría la vez primera, se acercaba frente a la taberna “El Colmo”, en la Puerta Osario, a ver cómo igualaban Vicente Pérez Caro y Antonio Villanueva su cuadrilla de “pasocristo” antes de marchar al Porvenir.
Aquel niño del barrio de San Lorenzo, hecho ya un adolescente, asistía cada año junto a amigos de su misma cuerda a la lista de los Rechi, allá en la calle Arfe, buscando con ilusión la oportunidad soñada. Sería en 1973 cuando, de la mano de un excepcional Hermano Mayor (Ricardo Mena) y un magnífico capataz (Salvador Dorado Vázquez), les llegó, tanto a él como a otros muchos jóvenes universitarios, la posibilidad de acometer ese ilusionante e histórico proyecto en el que con valentía se embaucó la Hermandad de los Estudiantes."