28 enero 2011

Mis apuntes cofradieros (I)

Se me ha ocurrido, ahora que se aproximan esas fechas que casi todos esperamos, ir publicando, ocasionalmente, algunos textos de mi propia cosecha relacionados con la Semana Santa. A veces se tratará de un fragmento extraído de un texto mayor; otras de una breve reflexión anotada en una cuartilla; muy de tarde en tarde de algunos versos, por lo que vuelvo a pedirles, de antemano, perdonen mis muchas limitaciones ante estos... Ni siquiera concretaré para qué ni cuándo fue aquello escrito. Buscaré, eso sí, ilustrarlo con alguna imagen curiosa o de cierto valor sentimental de entre las que guardo en mi archivo fotográfico. Espero que les guste la idea.

"Noche cerrada de Lunes Santo en la Plaza del Salvador. Se hace el silencio. Entre el gentío avanza majestuoso, como flotando entre la multitud, el entierro de Cristo. Escoltado por negros nazarenos de oscuros cirios elevados, desaparece de nuestra vista calle Cuna arriba. Nos habrá parecido un fugaz sueño, pero no; era el misterio de Santa Marta de vuelta a San Andrés. Nos sabe tan antiguo y hermoso su andar que no podemos evitar sentir una infinita envidia sana hacia quienes van debajo de ese paso..."

09 enero 2011

Gracias, Mel


Tecleo estas líneas horas más tarde de la conclusión del Huesca-Betis, partido que simboliza como pocos la cruda realidad de la travesía por el infierno de la 2ª, pero aún con la resaca inolvidable del alegrón mayúsculo dado por nuestro equipo la mañana de Reyes al sur de Madrid.
Mucho se ha escrito en otras bitácoras, recientemente, acerca de los problemas institucionales del Betis y de la llegada a la presidencia de Gordillo. Qué duda cabe que esta última debe ser motivo de alegría para cualquier bético, por ser Rafael quien es y por suponer, al menos de momento, la ausencia de todos los elementos discordantes de los últimos tiempos. Una alegría, sí, pero nunca una solución definitiva, porque indudablemente no es “El Gordo” la persona indicada para devolver al Betis su prestigio y buen nombre. Mucho se ha escrito acerca de todos estos asuntos, pero opino que no lo suficiente en alabanza de quien –con permiso del genial Rubén Castro- nos ha devuelto a algunos béticos la ilusión por el fútbol: Pepe Mel.
Cuando de niño acudía a mis primeros partidos en el viejo Villamarín, un futbolista llamaba mi atención sobre todos los demás. No era un dechado de calidad, ni de técnica, pero era quien aportaba al equipo la sal del gol, aquella que hoy se paga a precio desorbitado y que forja ídolos temporales entre la chavalería. Ese futbolista, al que hace décadas admiré, era el 9 del Betis, Pepe Mel, o si así lo prefieren: “no diga gol, diga Mel”. Nunca alcanzó la gloria futbolística que en momentos puntuales de su etapa bética algunos le auguraron, pero quién sabe si ahora la logrará como técnico. Mal camino no lleva.
De Mel no sólo me gusta la frescura que ha aportado al fútbol de un equipo que estaba muerto física y mentalmente. Son aún más dignas de valorar su rotundidad, su claridad de ideas y de principios en los tiempos que corren para la entidad, en cuyos vaivenes continuos no se ha casado con nadie, ni ha dejado de llamar a las cosas por su nombre. Queda mucha liga, la 2ª es un calvario para cualquiera, y más para un conjunto de plantilla corta, convertido –aún más ahora en su liderato indiscutible- en el enemigo a batir. Cuentan ciertos expertos futbolísticos que los equipos de Mel se caen en las segundas vueltas, todo es posible en nuestro Betis, pero de momento la cosa pinta bien.
En cualquier caso, a mí este señor, que dice sentirse bético y al contrario que a otros se le nota, me ha devuelto la ilusión por mis colores. Gracias a él, y a un grupo de jóvenes futbolistas a los que ha sabido imprimir mentalidad ganadora, vamos a ver al mejor equipo del mundo en Heliópolis, a la par que caminamos con paso firme hacia 1ª. Gracias a él, a aquel delantero centro que admiré en mi infancia verdiblanca, hoy vuelvo, tras más de dos años sin ánimo para hacerlo, a escribir sobre el equipo de mis amores en este blog. Al menos por la parte que me toca: gracias, Mel.