01 noviembre 2009

Cuéntame

No soy un gran amante de la televisión. Desde niño, la prensa escrita y sobre todo la radio, ocuparon mi cupo de tiempo libre correspondiente a medios de comunicación. Pese a esto, qué duda cabe, que ha habido programas y series que me marcaron temporalmente; desde Daniel el Travieso y Campeones cuando niño, a El día después poco más tarde, sin olvidar la primera edición de Gran Hermano y alguna que otra de Operación Triunfo -que no pasa nada por confesarlo-, aunque de las últimas no pueda citar un solo concursante, sin duda fruto de la manía que les fui cogiendo paulatinamente a ambos inventos, sobre todo al programita de la Milá.
Soy algo adicto a las series españolas -pocas veces me enganché a una que no lo fuese- y entre estas fui y soy asiduo espectador de las que casi todos. Pero si hay una que bajo ningún concepto consiento perderme semana tras semana y de la que me declaro seguidor incondicional -creo que desde su segunda o tercera temporada- esa es Cuéntame como pasó. Fijaos cómo será la cosa que hasta tengo la colección completa de capítulos sacada por el diario El Mundo hace no mucho tiempo.
Mis amigos y las personas más cercanas a mi entorno lo saben y les encanta bromear con ello, pero para quienes no lo conocieran realizo la advertencia: que nadie ose molestarme lo más mínimo en jueves de temporada Cuéntame a partir de las diez. No tengo tiempo más que para los Alcántara, mis guías por una España que nunca conocí.